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2011-03-30

Correspondencia Corporativa



Memorándum de la Corporación Experimental de Desarrollo de Autogestión Burocrática (C.E.D.A.B.)


Al Súper Jefe de Departamento de Recursos Humanos, Licenciado Nahuel Oscar Díaz Fernández


Me dirijo a usted, excelentísimo Súper Jefe, a fin de comunicarle la línea Jerárquica recientemente confeccionada. Está a su disposición hacer cambios y correcciones y aprobarla cuando esté conforme con ella.




Línea Jerárquica:


Honorables Socios Accionistas


Jefatura:

Recontra Jefe (Doctor Norberto Susano Pinto) — Súper Jefes departamentales — Jefes de área — Casi Jefes — Jefesitos — Mini Jefes


Esbirros:

Esbirro Mayor (uno por Jefe) — Esbirro Principal — Esbirro Primero — Esbirro Segundo — Esbirro Postulante


Ejecutivos:

Ejecutivo Master — Ejecutivo Señor — Ejecutivo Junior — Ejecutivo Postulante Suplicante


Secretariado:

Secretaria Especialista — Secretaria Gauchita — Secretaria Multiuso — Secretaria Recepcionista — Secretaria Topo Impresentable

Clasificación de accesos de las Secretarias Topo: Topo Feo, Topo Horroroso, Topo Espeluznante, Topo Aborto de la Pacha Mama.


Cadeteria:

Cadete Intendente — Cadete Inspector — Cadete Supervisor — Cadete Coordinador — Cadete Esbirro — Cadete Gauchito — Cadete Modelo — Cadete Trotachalles — Cadete Utilisimo — Cadete Peón — Cadete Residente Voluntario (primer año, segundo año, tercer año, año extensivo)


Esclavos



Como usted había pedido, he establecido la clasificación estética de acceso público para las Secretarias Topo Impresentables. Estas estarán reservadas a sectores poco visibles, como subsuelos, depósitos, archivos. Se les proporcionará bolsitas de papel madera con orificios por si tuviesen que mostrarse en público de forma urgente, aunque se recomienda que hagan uso del servicio de cadeteria siempre que sea posible.


Queda establecido que habrá un solo Recontra Jefe, el sumo excelentísimo Doctor Norberto Susano Pinto. Cada jefe tendrá a su servicio un solo Esbirro Mayor. Los Esbirros Principales aumentarán proporcionalmente a la jerarquía del jefe siendo dos para el Mini Jefe y sumándole uno por cada grado. El Recontra Jefe tiene número ilimitado de Esbirros Principales y Esbirros Mayores. Los Súper Jefes tienen hasta diez Esbirros Principales a excepción del Súper Jefe de Departamento de Recursos Humanos que contará con un máximo de trece.


Habrá un Intendente de Cadeteria que organizará a los Cadetes para que los Jefes no desperdicien su valioso tiempo. Los Cadetes Residentes Voluntarios integrarán la corporación en carácter de becados durante tres años en los que se les instruirá en su trabajo. En ése tiempo harán guardias de tres a cinco días seguidos según se necesitase para la comprensión de su trabajo y beneficio pedagógico. Se les podrá extender un año más de residencia para especializarse.


Concluyo este memorándum quedando desde ya a su entera disposición.

Muy atentamente.



Jefe de Área de Coordinación Logística Burocrática del Departamento de Recursos Humanos

Licenciado Rómulo Gustavo Pertierra




2011-03-21

La Escapada de Narutolandia, Acto 10

Ante nosotros cuatro rumbos. Podíamos regresar de donde veníamos, podíamos ir para un paredón en donde no había nada, podíamos ir a una plaza donde habían mas sujetos extraños o a una enorme puerta cerrada. La relación de Juan con los afueras, conciente e inconsciente y el hecho de que sean cuatro los rumbos me hacía pensar… ¿En que momento lo que parecía ser un complot misterioso se volvió una distorsión del espacio-tiempo y un convergencia psíquica? Tenía que conservar mi objetividad para no volverme loco aquí!

J—Vamos al portón, quiero investigarlo, y de paso descansamos por cualquier lugar, hemos caminado mucho hoy!

L—Me parece bien, vamos al portón.

Nos dirigimos hacia la derecha por la avenida principal. La avenida estaba flanqueada por altas palmeras y contra las paredes algunas personas se sentaban y charlaban, parecían de lo mas normal incluso con sus atuendos. Habían algunas muchachas vestidas con elegantes atuendos que combinaban diseños japoneses y chinos con ropas modernas. Me parecieron en seguida que se trataba de geishas, se me vino a la mente la obra o historieta “Sin City”, argumento que transcurría en una ciudad constituida únicamente por asesinos y por agrupaciones de prostitutas mafiosas…

B—¡Mirén eso!

L—¿Qué se supone que están haciendo esos?

J—Están peleando…

Se trataba de un grupo de narutistas. Estaban cerca del gran portón y habían hecho una ronda dentro de la cual dos de ellos se trenzaban en una lucha. Pero era un lucha imaginaria, ellos no se dañaban de verdad. Posaban todo el tiempo como si fuesen Power Rangers y exclamaban el nombre de la técnica que hacían o que habrían de hacer. Cada tanto arrojaban un poder o arma imaginaria.

J—¿Y si les preguntamos?

L—Hacelo vos que sos el que mejor se comunica con personajes raros.

J—Gracias… Es un don que tengo…

B—¿En verdad nos deberíamos atrever a interactuar con los narutistas? Hasta ahora me parecieron muy sectarios…

L—Yo creo que es demasiado prejuicio de tu parte.

B—Precaución…

J—¿Qué podemos perder? Acá tenemos a Lucía que es campeona de lucha.

L—¿Vos también me vas a agredir?

J—Pero si no te estoy agrediendo!

B—Y convengamos que tenes mucha fuerza y unas garras amenazadoras!

L—Cállense o van a conocerlas! (A mis garras)

J—Si, mejor nos callamos, yo ya las conozco…

B—¡Y también las fauces!

J—¡También, jajaja!

L—Los estoy escuchando…

J—Vamos a hablar con ellos.

No podría describirlos mucho, no conozco lo suficiente la cultura narutista, solo lo suficiente como para reconocer ciertas características propias de ellos. Claro que si lo desean pueden pasar desapercibidos. Hay quienes me han sorprendido al reconocer su “narutismo”, yo nunca habría imaginado dicha inclinación mística… Todos los sujetos tenían capas negras con nubes rojas. Uno de los que peleaba tenía ropa azul y vendajes, el otro vestía de naranja. Nos acercamos al grupo y miramos un rato, enseguida un narutista se acercó y nos habló.

N—¿Se les ofrece algo? Ustedes no parecen estar vestidos adecuadamente para este lugar…

J—Es que no tuvimos tiempo de vestirnos adecuadamente.

N—Está bien, parece que no están acostumbrados, pero sería mejor si se visten con una vestimenta mas, adecuada.

L—Si, eso lo vamos a hacer, pero tenemos que organizarlo mejor.

B—¿Están practicando algún tipo de kata?

N—¡Oh! ¿Eso que están haciendo esos dos?

B—Si.

N—¡Efectivamente! Están practicando un kata…

J—¿Cómo se definirían ustedes entre si?

N—… ¿A que te referis?

L—Mi amigo Benjamín dice que ustedes son “Narutistas”.

N—¡Efectivamente! Somos narutistas…

B—¿Vienen de afuera? Es decir… ¿Ustedes atravesaron la entrada de las puertas negras?

N—¡Efectivamente! Atravesamos esas puertas…

J—¿Sos peronista?

N—¡Efectiva… No, no soy peronista…

L—[Pensé que iba a decir que “efectivamente, soy peronista”]

B—[Yo también lo pensé]

J—¿Por qué están practicando esos “katas”?

N—¿Y que otra cosa vamos a hacer? Hemos venido para esto.

B—¿Para practicar katas? Digo yo, podrían practicar nin-jutsu…

N—No entiendo…

B—No importa… ¿Ustedes han venido acá solamente para practicar sus katas?

N—Es que en otro lado no es lo mismo.

J—Eso es cierto.

L—Si, supongo que no podrían disfrazarse y jugar en una plaza, serían mal visto.

N—No entiendo… ¿Qué plaza, que disfraz? Sencillamente no tiene sentido ser narutista si no es para venir a estos eventos. Y un narutista de viste como narutista y hace lo que hace un narutista… ¡Ustedes no son narutistas, no entienden y no creo que entiendan!

L—No, no somos narutistas y no te entendemos…

N—¡Efectivamente!

B—Hay algo que me inquieta, señor narutista… Y es que parece que en este lugar hay diferentes facciones… Ustedes son narutistas, pero deben otros grupos, como los nekos.

N—¡Oh! El que no es narutista es inevitablemente otra cosa…

L—Eh… ¡Efectivamente!… [Esto no nos lleva a ningún lado]

J—Creo entender a lo que mi amigo se refiere. ¿Los narutistas tienen rivalidad con alguna otra facción o grupo?

N—No, no. Los narutistas somos pacificos y nunca peleamos.

J—¿Entonces por que practican katas?

N—Por las dudas.

J—¡Vamos al grano! ¿Saben quien está detrás de todo este evento?

N—¡Efectivamente!

J—¿Quién?

N—Los organizadores del evento.

L—[Esto ya pasó con el sonidista Pablín]

B—¿Y conocen a los organizadores del evento?

N—No en persona, pero al final del evento harán una presentación especial y dirán unas palabras… Bueno, si me disculpan, señores desconocidos no-narutistas, si no tienen mas interrogantes y no van a sacarme alguna foto en la que pueda posar con gestos narutistas…

B—No, podes irte narutista…

N—Que disfruten su paseo por Narutolandia!

J—¡Efectivamente! Eso haremos.— El narutista se volvió a su grupo y comentó algunas cosas con otro narutista, pude ver una sutil sonrisa.

B—Creo que nos estaba tomando el pelo…

J—Yo no lo creo.

L—Estas seguro entonces…

J—¡Efectivamente!

L&B—¡Dejate de joder con eso!

J—¡Jajajajajaja! Vamos a sentarnos junto a aquella pared.

B—Vamos.

Nos acercamos a una pared y nos sentamos en una pequeña escalera que daba a un callejoncito angosto que conducía a un lugar desconocido al que no habríamos de ir nunca. Desde allí observamos el gran portón y a los narutistas. El portón era de madera pero tachonado. Era enorme tendría fácilmente unos cinco metros de alto. Por encima de él no había nada, parece que se abría hacia un lado como cualquier puerta. Parecía sellado, no aparentaba ningún rinconcito por donde se pudiese ver o filtrar el aire. Tampoco tenía diseño o marca mínima como para divagar algún simbolismo. Lo único que me llamó la atención fueron dos cosas. Una es que sobre el portón, en el cielo, no había nubes, me daba la sensación de una gran soledad detrás. La otra es que parecía que el portón estaba siendo omitido por todos, como si no estuviera allí. Tal vez el afuera que estaba detrás de ese portón era tan gris como el afuera de detrás de las puertas negras de Narutolandia…

J—Lucía, sacá los brebajes mágicos que te quedaron, tengo sed y necesitamos de energías para continuar.

L—Solo me queda esta botella, pero la compartimos.
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2011-03-01

Fragmento Caprichoso 1

Encuentro de Etilaida y Catalina en el bar


Mientras que Etilaida se comía un sanguche en ese viejo bar, las monjas de la plaza no podían contener su necesidad de increpar a las chicas que vendían su cuerpo amenazándolas con el castigo eterno en el infierno…


Catalina entró al bar rápidamente, como huyendo de las monjas que eran el retrato viviente de las viejas de su pueblo… Se sentó en una mesita en un rincón, para no llamar mucho la atención, y desde ese lugar algo oscuro pudo ver a Etilaida. Ella sacaba un cuaderno de notas de su mochila y leía como si fuese un libreto, o al menos eso le pareció a Catalina. El mozo interrumpió a Catalina dejándole una carta, es decir, una lista de productos y sus precios en un papel dentro de un foleo medio grasoso…


Etilaida leía su cuaderno de notas, algunas veces anotaba cosas que se le venían a la mente como si entre las palabras se ocultasen revelaciones divinas. Ella no podía distinguir cuales eran esas revelaciones divinas, pero creía que algo escondía cosas en sus palabras, algo que venía de lo mas profundo de ella misma y que entendía todo lo que ella quería y sentía. A veces escribía, y a veces leía lo que escribía tratando de encontrar esos mensajes. Nunca encontró exactamente lo que buscaba, pero se sentía bien leyendo por que sentía que estaba tratando con alguien que la entendía…


Las monjas solo recibían insultos de las prostitutas y de la gente, solo alguna que otra señora mayor y religiosa se les acercaban comentándole que “la gente de ahora ya no tiene moral”… ¿Alguna vez la gente tuvo moral? Creo que la moral de la que se habla es una careta para no mostrar cuan morbosos y degenerados somos… Las monjas no cedían en su misionera acción, solo perdían el tiempo, pero se iban a dormir orgullosas de que “hacían lo que ellas podían hacer”.


La joven Etilaida miró casualmente por sobre su cuaderno y taza de café y vio la figura de Catalina mirándola atentamente. Catalina enseguida se sintió incómoda, se acarició el cuello y tras revolear su mirada se concentró de nuevo en la carta foleada y grasosa. Etilaida tuvo entonces una sensación única, la de reconocer en esa mujer remota y escondida un personaje que alguna vez ella había escrito… De repente, sintió que su cuaderno era solo una trampa, sintió la necesidad imperiosa de intercambiar palabras con esa persona huidiza como si ella tuviese la clave de sus preguntas…


El mozo se acercó a Catalina y le preguntó que quería tomar. —Un café y un tostado de jamón y queso. Gracias— A pesar de ser un bar ordinario, la carta presentaba un variado menú disponible para los clientes. Sin embargo, Catalina prefirió algo seguro, algo que casi siempre solía pedir. A veces se preguntaba para qué es que se tomaba el tiempo de leer la carta. ¿Para qué contemplaba múltiples alternativas diferentes y nuevas, si siempre elegía lo de siempre? Puede que necesitaba hacerse creer a ella misma de que elegía en verdad…


Como Etilaida había terminado su sanguche y su café, guardó su cuaderno en su mochila y se levantó de la mesa. A la corta distancia el mozo la miró seriamente por que no había aun pagado su cuenta… Etilaida se acercó a la mesa de Catalina y le preguntó si podía sentarse con ella…


E—¿Puedo sentarme con vos?— Catalina la miró sorprendida y asustada por que esas cosas no suelen pasar. Dudó pero le contestó casi por acto reflejo…

C—¡Eh, sí!— Etilaida se sentó con Catalina.

E—Te miré casualmente, estaba leyendo un cuaderno de notas mías, y tuve la sensación de que tenía que hablar con vos… Sé que suena extraño, pero creo que se trata de eso.

C—No entiendo.

E—¿No tuviste alguna vez el deseo de hacer algo repentino? ¿No tenés a veces ante vos una abanico de alternativas y siempre eliges lo mas seguro?— Etilaida no se podía haber percatado de que eso mismo le había pasado a Catalina, leía la carta dada por el mozo pero eligió lo que siempre pedía.

C—Creo que sé a que te refieres…

E—Me dio la sensación también de que estabas huyendo de la calle y que no tenías mucho que hacer en este bar.

C—Algunas cosas que veo en la calle y en las plazas me parecen atormentadoramente reales…

E—¿Cómo es eso?

C—No puedes desear mucho otra realidad, a donde vayas siempre pasan las mismas cosas, es como si las personas repitiesen un patrón… Como si hubiese un guión escrito para todos, aunque improvisemos un poco.— El mozo trajo el café y sanguche tostado. Etilaida sonrío, era un pedido sencillo para el cual no era necesario haber leído la carta. A su vez era algo parecido a lo que había pedido ella, solo que ella no se había detenido a leer la carta. Ese suceso era como una confirmación de sus sospechas sobre Catalina. Habrían de entenderse mutuamente…

E—¿Sueles buscar una realidad diferente? A mi me pasa algo parecido, leo una y otra vez cosas que antiguamente he escrito en busca de algún significado subliminal.— Catalina sonría cómplicemente.

C—Entiendo eso… Pero yo no me refería a buscar otra realidad… Simplemente me frustra el que las personas sean tan predecibles y que no puedan ver mas allá de ellos mismo. Hay roles, “personajes”, mas o menos están presentes en todos lados. Como si los momentos de atención sean escenas teatrales y siempre se estén representando las mismas cosas.

E—Lo que pasa es que no hay muchas innovaciones… Mas o menos siempre se pueden esperar las mismas cosas.

C—Eso es desesperanzador!

E—Jaja, sí… Solo cambia la forma en que percibimos… Podemos ver por esa ventana a la fila de sujetos que están esperando el colectivo o podemos ver como los rayos de sol se cuelan entre las copas de los árboles de la plaza en este atardecer…

C—Entiendo lo que quieres decir… Pero la fila de hombres esperando el colectivo sigue estando… Vos hablás de buscarle el lado bueno a las cosas.

E—Y vos simplemente niegas el lado bueno… Yo tengo la idea de que la magia es todo aquello que no es visto con ojos humanos, y que a los humanos les cuesta mirar con otros ojos…

C—Nos es imposible… ¿Entonces como ves esos rayos de sol? Son percepciones tan humanas como los hombres que esperan el colectivo.

E—Los ojos humanos no son los… ¡No me refiero a los órganos visuales! Me refiero a la actitud de solo mirar lo evidente…

C—¿Y como haces para abstraerte de la realidad que te rodea?

E—No se puede completamente… Pero la actitud… Es como ser un ermitaño en sociedad… ¡Jajajaja!

C—¿Ermitaño? No sé si es la definición correcta… Pero me he sentido así— Etilaida se contenta por las palabras de Catalina.— Me interesa tu relación con las cosas que escribís… Me había dado la sensación de que tu cuaderno era como un guión en donde estaba escrito el rol que debías interpretar el día de hoy.

E—¿Cómo? Eso es interesante, explícamelo!

C—Pero no importa, fue solo una sensación… Pero vos has dicho que lees cosas que escribiste antiguamente. ¿Están en ese cuaderno por ejemplo?

E—Sí.

C—Entonces te pasa algo parecido a lo que me pasa a mi… A mi me pasa con el mundo que me rodea, pero a vos te pasa con vos misma.

E—Sí, eso es lo que quería saber! Seguí por favor!

C—Cuando escribis lo haces talvez con “una mano humana”, como los que defines como “ojos humanos”. Tus palabras, aunque sean tuyas, son como los hombres en fila esperando el colectivo, solo que los hombres tienen la forma de tus pensamientos y el colectivo es un concepto que nunca terminás de desarrollar…— Etilaida estaba asombrada pero fascinada. Su instinto y su impulso habían sido los correctos, debía hablar con Catalina!— Y estás buscando entre tus palabras algún rayo de sol que te represente que hay magia en ellas. Estas buscando magia en vos, tratando de convencerte de que no eres como los hombres que esperan el colectivo… ¡O como las monjas que increpan a las prostitutas! ¡Jajaja!

E—¿Las monjas que increpan…? ¡Ah, sí, jajaja! Sé a quienes te refieres, esas monjas, jaja!


Ambas se rieron de forma sincera y cómplice y luego se miraron un rato sin decir palabras. Habían superado aquella barrera que hace que uno se avergüence de mirar a otro sin razón aparente. Era como si cada una se buscase en la otra y se encontrase! Sabían que su amistad durará para siempre y que habían encontrado la magia que se les escapaba en esta ciudad tan teatral…


C—Mi nombre es Catalina…

E—Yo me llamo Etilaida. ¡Es todo un gusto conocerte al fin, Catalina!
C—¡Jaja! ¡Lo mismo digo!


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