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2012-03-13

Fragmento Caprichoso 7

Un instante en un vagón de tren


Carlos está parado en un vagón del tren que lo lleva a su trabajo, su silueta es casi tan gris como la silueta de todos los pasajeros. Carlos tiene el pelo corto, pero no por que quiera parecer prolijo, solamente le da lo mismo que el tenerlo largo. Su estatura es promedio, se afeita más por costumbre que por otra cosa, siempre sale de la casa con un teléfono celular, al que no le presta mucha atención ya que pocos tienen su número. Y está ahí, en ese vagón del tren, alguna vez estuvo frente al espejo mirando sus ojeras matutinas, sirviendo una taza de agua caliente para hacerse un té, alguna vez se paseó por la casa en camisa y calzonsillos… Pero ahora está ahí, en el vagón, parado, sujeto a una barra para no caerse ya que le da fiaca flexionar sus rodillas para absorber las aceleraciones de la formación, como un compañero le recomendó en el trabajo. Repito, él esta ahí, y lo repito por que la idea del instante en un punto especifico es importante.


Carlos miraba con la vista ciega por la ventana, no sabía si prestaba atención a las manchas del vidrio o a las borrosas imágenes que pasaban. Cada tanto tenía esa sensación que ahora tenía nuevamente. Su mirada se enfocaba a los objetos que se perdían constantemente de vista por la ventana, en forma de deformes distorsiones visuales. A veces intentaba mantener su enfoque hacia afuera de la ventana, pero prestar atención con su campo visual al entorno de la misma, y la ventana, es decir a una parte del vagón en el que se encontraba. En ese momento se generó su escape, por un lado percibió el movimiento por la ventana, pero por otro una quietud que apenas se mecía en el propio vagón. Él sabía que lo que veía por la ventana no se movía, que era el propio vagón el que se movía, pero visualmente parecía lo contrario. Por esto es que Carlos logró percibir dos realidades, dos espacio-tiempo, las dos juntas y separadas.

C—Parece ser— Pensó Carlos —Que el vagón está quieto, y el mundo se mueve fuera. Hay dos realidades, la realidad del vagón y la realidad de afuera del vagón. Lo inquietante es que yo puedo percibir tanto el vagón en donde estoy como el afuera que se mueve. Para el caso, no importa que sea a la inversa, es cuestión de percepción… Lo sicodélico es que yo estoy en una realidad, que está a su vez en otra realidad. Quizás sea un fenómeno de relatividad de física cuántica. Cuando el tren se va deteniendo en una estación las dos realidades se sincronizan y uno puede pasar de una a la otra. Luego, se separan de vuelta, pero, siempre siguen conectadas…

Esto es tan difícil de explicar, por qué Carlos cuando se desconecta y percibe el mundo de esa manera realmente él se pierde en una realidad a parte a la que lo rodea.

C—Y yo también, soy un vagón. Las personas que están acá conmigo dan por sentado que están en un tren… ¡Ese es el punto, eso es a lo que quiero llegar! Esto no es un tren, esto no es un vagón. No importa lo que es, lo que importa es que percibo una distorsión, una separación. En algún momento hubo una continuidad entre yo y el universo, pero ahora no está. Mi universo termina en las paredes de metal, en la carcaza de esta lata gigante en la que estoy. Y por la ventana puedo ver el resto del universo que está ahora desconectado. Yo sé, es una cuestión de movimiento, pero, se siente diferente. Yo me siento acá adentro, y siento que hay un afuera. Entonces, no estoy en un tren, estoy dentro de una realidad separada de otra realidad. Y es claro que cada persona acá presente tiene su propia realidad, pero me pregunto si en alguna ocasión se han percatado de esta misma experiencia que siento yo ahora…

La silla fijada al suelo con una manija para sujetarse, un respaldo y asiento acolchonados pero apelmazados por el constante uso. Una señora robusta sentada sobre el asiento, no importa como estaba vestida, solo importa decir que a ella no le importaba tampoco… ¿Estaba hablando de una silla de vagón de tren?

C—¿Eso es una silla de vagón de tren? — Obviamente eso era una silla de tren… Carlos lo sabía, pero miraba la silla ciegamente, como se mira a un vidrio de una ventana cuando en realidad se está mirando el paisaje. Él si bien sabía que era una silla y eso era innegable, no veía una silla, veía algo, un objeto o ni siquiera eso, veía materia, algo que podría explicar científicamente como una gran aglomeración de átomos… En un momento imaginó haber cortado la silla con la mente, y ver como se veía por dentro, y luego tratar de imaginar como se vería la silla si fuese vista toda de la misma manera en que se veía en donde estaba cortada… Algo difícil en vedad, Carlos no pudo hacerlo, pero seguía esa sensación de que eso que veía era una silla solo por qué él sabía que lo era. Se sintió tentado de preguntarle a otros pasajeros qué era lo que veían cuando miraban eso que se suponía era una silla. Luego, a la vez que esa idea le causaba cierta incomodidad, se dio cuenta de que esas personas que lo acompañaban en la realidad planteada como vagón de tren, ellas eran personas por que él sabía que eran personas… —¿Estoy loco?

Cada persona era un objeto, como las sillas fijadas al suelo, como el vagón en donde todos estaban, como las cosas borrosas que pasaban por la ventana, como la ropa que Carlos llevaba puesta, como el mismo Carlos…

C—Sí, todas las personas que están acá conmigo son molecularmente más o menos lo mismo que yo, y que todo lo que nos rodea, y probablemente, muy probablemente, no piensen esto que estoy pensando yo ahora. Apuesto a que ninguna de estas personas, ni el hombre a mi derecha, con portafolio y corbata, ni la mujer a mi derecha, con una remera tan corta que se ve más que su ombligo, y mucho menos la señora sentada a la cual no le importa como está vestida. A ninguna de estas personas se les ha ocurrido, probablemente, y no están pensando ahora, que somos solo átomos particularmente ordenados, rodeados de más átomos, y más átomos, y todos los átomos moviéndose de alguna manera en relación a otros átomos. Todas estas personas tienen convicción de que son personas, y que están en un vagón de tren. Yo no. Yo veo átomos… ¡Pero cada uno tiene una perspectiva diferente! ¿En donde estarán esas perspectivas? ¿Cómo se dará la conexión en entre cada perspectiva y la aglomeración de átomos definible como “persona”? — Carlos pensó un poco. —Pero, no hay vacío entre mi y las personas, entre mi y la ventana y las sillas. Estamos rodeados de aire, y también son átomos. Entonces, no somos objetos, somos partes de una incalculablemente grande aglomeración de átomos, que se modifica a si misma constantemente. Entonces, la variedad… La variedad la define el movimiento y las inercias…

Carlos tuvo una revelación sublime, una idea que amó y que le produjo un terror sombrío a la vez. Su vida no importaba, y no importaba por que no existía. Nada existía tal cual se lo imaginaba, y la forma que tenía todo era una fantasía parcialmente compartida por las personas que interactuaban. Lo que él sabía que era la realidad era solo un acuerdo social. No habían personas y vagones de tren, ni paisaje detrás de una ventana. Solo fenómenos, y él mismo era un fenómeno… ¿Qué era él?

C—¿Qué soy yo? … Si todo está compuesto de fenómenos. ¡Pero todo está compuesto de fenómenos en cuanto yo los percibo! Entonces… Lo fenoménico es mi capacidad de percepción… — Carlos recordó un ensayo sobre una hipótesis loca sobre la cuarta dimensión, algo que un sujeto con mucho tiempo libre pensó y publicó en algún lado. Decía que la cuarta dimensión era la percepción, ya que todo se alteraba por esta, incluyendo el tiempo… —Ese hombre no llegó a la esencia del problema, en verdad solo existe una dimensión, la atención, el enfoque de la consciencia. Todo lo demás es una farsa. Y puede ser que las personas seamos lo suficientemente parecidas como para crearnos una farsa similar… ¿Pero será tan parecida la farsa en la consciencia de cada uno con todas las demás?

El tren comenzó a bajar nuevamente la velocidad, estaba llegando a la terminal de tren y eso se notaba ya que todos los pasajeros se amontonaban junto a la puerta y fuera, en el anden, más gente se amontonaba. En breve, al abrirse las puertas, dos grupos de gente, la de adentro y la de afuera, habrían de empujarse para salir y entrar respectivamente. Sin pensar, sin preguntar, sin comparar su comportamiento con el ideal de civilización que en otro momento se jactarían de representar…

C—¿Y como sé yo que los demás tienen esas dimensiones? Solo hablando, puedo especular que si dicen ciertas cosas, y tienen ciertas opiniones, es por qué seguramente tienen una consciencia y un enfoque…

Como la homeostasis celular, un vagón de tren realiza un intercambio natural de pasajeros nuevos por pasajeros que ya no sirven. Un vagón en una célula de un organismo mayor denominado “formación de tren”. Pues bien, ya estaban dentro los pasajeros que se irían a sus casas y estaban fuera y caminando rápido los que iban al trabajo. Y Carlos parecía demorado, de pronto advirtió que delante de él no había ya una señora robusta a la que no le importaba su ropa sino un joven con rastras y un bolso tejido al costado, y estaba comiendo un pancho con una mezcla de aderezos. Se dio cuenta de que era conveniente salir del tren antes de que inicie el recorrido a la inversa. Y salió, y siguió los movimientos acostumbrados rutinariamente, casi como una programación.

C—Y ahora estoy repitiendo lo de todos los días… Pero como pensaba. ¿Qué me asegura que casa persona tenga un enfoque? Solo yo lo doy por sentado, y supongo que son parecidas a mi. ¡Pero no tengo razón para aseverarlo! No sé… No sé nada de nada. No sé como es el universo en verdad, solo sé lo que quiero saber, y construyo lo que quiero construir con lo que percibo, y lo que percibo es… ¡No es la verdad!

C—¿¡Cual es la verdad!? — Esto último Carlos lo dijo en vos alta deteniéndose. La gente lo miró, era extraño, él se dio cuenta de que lo miraban. —Ustedes, o no tienen idea de lo extraño que es el universo, o simplemente no existen y los estoy inventando ahora mismo, jajajaja! — La gente pensaba lo que usted, lector, debe suponer que ellos pensaban, que Carlos estaba loco… Pero las opiniones ajenas para Carlos ya no importaban, por que talvez, solo talvez, las opiniones no existían.

Carlos avanzó por el anden, riendo leve y orgullosamente, atravesando a los objetos que él llamaba gente, y mirando todo como una aglomeración de átomos. El vagón de tren en el que estuvo se estaba yendo ya, dentro se separaba otra realidad…

..

3 comentarios:

Sebastian P. dijo...

jaja, ¿Carlos no sera la reencarnacion de Heraclito, y su tren no sera una nueva vision del rio?. Digamoslo en griego: "Panta rei kai ouden Chorei". Pero Carlos termino por desatender el problema, se volco para el lado de la pura subjetividad, y nego toda escencia fuera de si mismo. Escencia que no es probable, pero al fin y al cabo es tan poco probable como nuestra escencia interna. Nuestra percepcion asi puede ser un efecto de algo mas, como por ejemplo, la percepcion como causa de los objetos externos. Esto lo decia Empedocles, que cada objeto despide como unas lineas o unos pulsos circulares que se perciben por los poros de los ojos y demas organos, siendo el sonido simplemente las emanaciones que encajaban en los poros del oido, y lo visto las emanaciones que captaban los ojos o captadas por estos, siendo que la percepcion en realidad era solamente una reaccion fisica a las emanaciones de los objetos. Esta teoria es opuesta a la de carlos, en donde "todo es percepcion", pero percepcion subjetiva.

Sebastian P. dijo...

Aunque, claro, carlos es un filosofo o, mejor dicho, alguien que tiene una percepcion no muy normal y que trata, a su vez, de explicarse el mundo segun su propia satisfaccion, articulando sus percepciones en una nueva cosmovision o al menos buscandola. Me hace acordar a otro Carlos, no se si sera artificio o casualidad. La deconstruccion del mundo de objetos en el la corriente dinamica, el darse cuenta de las estructuras como configuraciones y no como formas eternas, son dos puntos escenciales para romper con la perspectiva diaria. Pero, ¿ Penso tambien Carlos en la tendencia hacia la paridad de la imparidad? Es decir, de la tendencia de los opuestos (los opuestos en desequilibrio) a nivelarse, a igualarse, que queda eternamente como tendencia, como deseo, nunca satisfecha. ¿y por que? Por que el aumento de un A, lleva implicito un aumento de NA, y es eso que dice la fisica energetica de Ostwald: En el universo, la energia se mueve, y tiende a moverse desde los puntos de mayor concentracion hacia las zonas donde hay menor concentracion, por lo que la energia busca (ver concepto de Ki oriental, feng shui, ect) nivelarse, distribuirse uniformemente. Asi, lo debil busca ser fuerte y llegar a ser fuerte trae implicito que se volvera a ser debil (en la enfermedad o en la vejez o en la muerte), y la juventud misma acarrea la vejez, la incita, y cuando encarnamos el pinaculo de una cualidad es cuando comienza a crecer su opuesto. Los mismos atomos son solo un substrato, mas virtual y necesario desde nuestra mentalidad occidental, de ese movimiento energetico. De hecho, uno pensaria, como Carlos, que si todo fluye (aunque haya un sujeto ultimo en las cosas, sean los atomos, los numeros pitagoricos, ect) implicaria que no hay unidad en ningun objeto, y que entonces, nada permanece. Pero en realidad, el problema esta en el concepto de permanencia. Resulta que de la fluidez de un ser nace su permanencia. Cualquier cosa, pongamose un perro, existe mientras fluye. Cuando cesa un movimiento en un X determinado, ese X muere. Toda actividad vital es un fluir de un contrario hacia su opuesto o de la convivencia de muchas fuerzas en tension, como en la unidad de la catedral gotica, tensores y contratensores, buscar la paz es buscar la disolucion, y lo mismo con el movimiento. Asi la unidad es consecuencia del movimiento, dado que la estructura tiene su base en el cambio. En ultima instancia el cambio es mas profundo que la unidad, que es derivada de ella. Asi y todo, desde un nivel formal, unidad y movimiento son dos percepciones de un mismo fenomeno que es el ser. Ser como existir, como estar, estar aqui. La expresion Alemana Dassein significa eso de "Ser-Ahora", que es como un "Ser-Estar" pero siempre en el presente. El "esti" Parmenideo. La unidad existe si se mira la existencia macroscopicamente, y el movimiento si se la mira microscopicamente.

Jora dijo...

Empedocles estaba hablando de fotones, mirá vos!

Carlos por “Carlos Alberto López”, mi padre, que en su psicopatología solía colgarse del mundo en pensamientos inaccesibles… Y que yo, día a día con actitudes y razonamientos, creo empezar a entenderlo.

Carlos no llegó a esas conclusiones, él en verdad se sostuvo en los átomos por que era una teoría que le parecía creíble y le servía para orquestar su cosmovisión. No pensó en los opuestos y la búsqueda de estabilidad. Y la parte final en la que hablo de homeoestasis por el intercambio de pasajeros del tren, no es algo que influyan “filosóficamente” en el personaje.

El personaje se dio cuenta mientras miraba por la venta, o más bien recordó, una sensación de que todo es materia, pero que la forma es artificial. Luego extendió ese concepto a las personas, llegando a concluir que todo es fenoménico para él. Por lo tanto, descartó a la sociedad como interacción de individuos, y pensó que estaba él inmerso en un mar de fenómenos del universo. Los átomos le vinieron bien, y tendría que forzosamente darse cuenta de que así como él sabe que la silla es silla por que cree saberlo, también pasa eso con los átomos. Pero no le importaba eso, solo volverse totalmente individual. Lo que debería pasar luego del relato es que él pueda estabilizarse a si mismo y aprender a usar esa información como un recurso para superarse, o lentamente dejar de ser un ser sociable y terminar literalmente loco.

Para concluir, yo he mirado por las ventanas de los trenes sintiendo algo parecido a un desmoronamiento de conceptos sobre lo percibido, y eso de los átomos se relaciona a mi época cientifisista, jajaja!