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2013-01-04

Esencialmente humanoides


Caminé por la senda junto a la ventana al exterior, tras ella la negrura del espacio se salpicaba a penas por las estrellas.  Hacía falta mirar con detención para notar que siempre hay muchas más de las que uno cree.  Tenía un paquete armado a las apuradas, dentro llevaba una comida que había hecho con esmero y al pensarme a mi en esa situación no pude no reírme de mi y recordad las viejas series animadas japonesas.  —¡Me he transformado en un cliché!  Bizarro y exótico, pero un cliché.—  Seguí mi rumbo y me acomodé un poco el cabello, largo y ondulado como siempre me había gustado.  La senda metálica seguía mucho más y tenía unos veinte minutos de caminata tranquila.  ¿Qué tenía el paquete?  Los llamados “otakus”, aficionados a la cultura japonesa, sabrán entender mi risa y mi referencia a un cliché.  Había cocinado con profunda dedicación una comida que sabía que a ella le gustaba y que era muy difícil de conseguir hoy en día.  En parte por la dificultad de producir con fidelidad los materiales para prepararlo, y en otra parte por que eramos pocos los que recordábamos aun los procedimientos anticuados de la vida planetaria.  En resumen, sabía que mi obsequio habría de gustarle.  Y ella seguramente habría de esperarme con una infusión que, debo aclarar, también era difícil de reproducir.  No es que ella sea la mejor en prepararla, habían muchos que lo habrían hecho mejor, pero su dedicación era más gratificante para mi que cualquier otra.
Caminé sin prestarle demasiada atención a las estrellas tras las ventanas, ya estaba demasiado acostumbrado.  Y solo observé con interés las luces artificiales de los faroles.  Los senderos estaban iluminados por faroles de una forma redondeada y poco llamativa, y no pude no pensar en un dejau vu.  Estaba seguro de haber visto escenas similares yendo por algún parque del planeta.  Pensé en que hay patrones que escapan a cualquier adaptación, y que no dejamos de repetirnos a nosotros mismos.  A pesar de haber abandonado hace tanto tiempo la vida en la atmósfera, a pesar de habernos adaptado tan bien a un hábitat artificial en el espacio, rodeados de paredes de metal y data-placas y data-paneles.  La tecnología nos había permitido dominar nuestros cuerpos y mantenernos jóvenes y saludables, pero eramos los mismos en el fondo.  Siempre lo voy a sostener, desde que vivía en el planeta que lo sostengo, que nunca cambiamos, que solo nos adaptamos.  ¡Y grande y bueno es saber que nos adaptamos!  Eso hace la diferencia entre ser hipócrita o iluso.  Sabernos adaptables y adaptados es un gran avance.  Solo resta hurgar y saber hasta donde nosotros somos adaptación al entorno y qué es lo que realmente somos.  Y ahí surgen los patrones...  ¿Por qué habríamos de tener tantos patrones?  Si no es adaptación al entorno, si no es adaptación a los demás, los patrones están ligados a lo que siempre seremos.  —¿Y qué tiene que ver esto con los faroles?  ¡Jajaja! —  Sonreí pensando en lo difícil que me sería encontrar la relación con los faroles, pero sabiendo que muy probablemente esa misma noche estaría buscándola.  Y ahí me encontré con otro patrón, el de la noche.  Ya no existe la noche, en el espacio no hay noche, pero nos empecinamos en que la haya.  ¿Creamos siclos de día y noche solo para adaptarnos a la carencia de noche en el espacio o es que el día y la noche se asocia fuertemente a algo que somos y siempre seremos?
La búsqueda de lo que realmente somos es importante para algunos, estamos en una etapa de vertiginoso cambio en el que algunos tememos perdernos a nosotros mismos.  Y muy probablemente es por eso que me aferré tan fuertemente a ella.  Una de las pocas personas que me encontré que había conocido y querido en el planeta.  Y me alegré mucho más de que siguiese soltera, o más bien, “libre”...  La primera vez que la vi en la eco-nave me quedé paralizado, ella me sonrió como lo hacía antiguamente con un toque de inocencia, luego la abracé tan fuerte que casi le quito el aire.  Derramé lágrimas y eso fue todo un logro, pensé que ya no las habría de derramar por alguien, pensé que me había adaptado a la frialdad de mi nuevo entorno.  Desde entonce no dejé de visitarla o invitarla a dar una vuelta, y a pesar de que nos conocíamos de antes y de que ya han pasado tantos años desde el reencuentro, todavía me cuestan algunas demostraciones de afecto y me sonrojo, otra cosa que no ha cambiado en mi...
Su hijo me vio a lo lejos por el sendero.  Él era un joven notable en una de las células de trabajo mecánico.  Cuando lo había conocido en el planeta a penas tenía dos años de vida.  Ahora había pasado tanto tiempo que aparentaba la misma edad que yo, o más bien yo aparentaba la misma de él.  Pero los que sabemos mirar podemos apreciar en la mirada y en los movimientos el paso de los años en una persona.  Por más que seamos saludables, hay ciertos detalles que se dejan traslucir, una forma diferente de apreciar las cosas con menos ansias.  ¿Esto es entonces adaptación?  ¿Como separar en una personalidad lo que siempre se es de lo que se va siendo en diferentes momentos?  No dejo de comparar a personas que asemejan la misma edad pero que tienen diferencias significativas.  El muchacho me saludó de nuevo, ya acostumbrado a mi presencia, y se volvió a la casa para prepararse a una tarea laboral.  Ella salió a la puerta para recibirme justo cuando pensaba en que no tenemos casas propiamente dichas y seguimos usando esa palabra.  Ya no importaba de todos modos, me sonrió y me saludó con un beso, por lo tanto no hay razón para pensar en palabras.
Entro con ella y quiero pensar que los besos están entre esas cosas que siempre serán!

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2 comentarios:

Sebastian P. dijo...

Ah, un ejercicio de ciencia ficción. “Data paneles”, interesantes. Igualamente, el recital empieza cuando comenzas a hablar de las repeticiones y de las estructuras psicológicas que resisten el paso del tiempo y de los años. No puedo evitar que salten mis pocos conocimientos de Kant y Hegel: ¿hay, realmente, ciertas estructuras a priori del sujeto, que condicionan o determinan la manera en que nos adaptamos a las cosas? O quizás sea que no es que nos adaptamos a las cosas, sino que adaptamos a las cosas a nosotros. Pero, ese “nosotros” (o, para simplificarlo, ese “yo”), ¿Qué es? Precisando: ¿Hay algo en el yo que se mantenga mas alla de los cambios? “nunca cambiamos”, dice tu personaje. ¿es esto asi? Claro que no: Siempre cambiamos. Lo que quiere decir tu personaje es “hay algo, algo con lo que me identifico como “yo mismo”, un nucleo, que nunca cambia”. La continuidad de este nucleo establecería lo que llamamos “personalidad”. Sin embargo, no veo por que deba haber esa unidad en el nucleo, no veo por que halla que reducir la pluralidad que constantemente experimentamos y que es todo lo opuesto a la quietud y a la permanencia.

Dejando a Heraclito de lado, quería decir algo mas respecto de “adaptarse”, y es curioso que sea todo lo contrario: El ser humano nunca se adapta a las cosas, sino que adapta las cosas a si mismo. No vamos al espacio y nos adaptamos para vivir en el vacio, sino que vamos al espacio y eliminamos el vacio. Siempre ocurre de esa manera. El ser humano es el animal no adaptable por exelencia. Es el animal transformador. El problema es que cada vez hay menos seres humanos entre los animales-hombre. Adaptarse es conceder terreno a lo otro por sobre lo propio, adaptarse es ser transformado por lo otro. Es perder. Transformar, en cambio, es re apropiarse de lo otro como un “para nosotros, según nosotros”. Adaptarse no es ningún triunfo.

Sobre los patrones, vale decir que en realidad no existen en si… es como ver patrones de conducta a través de la historia. Si uno estudia la filosofía del a historia de Marx y la de Hegel y la de Nietzsche, se da cuenta que al fin y al cabo no existe ciencia de la historia pura. Y que la historia es solo comprensible, aprendible, si se la mira con una clave. La historia no es nunca objetiva, sino en clave. Todo patrón que se encuentre se encuentra según cierta clave. Y lo mismo pasa con el sujeto, que tiene también su propia “historia”, y que es donde encontramos “patrones”, que sin embargo no existen mas que a la luz de una clave. Si cambiamos la clave, cambian los patrones de nuestra historia. Empezamos a ver patrones en nuestro carácter cuando nuestra mirada se hace demasiado rigiida, cuando perdemos fluidez (e intentamos compensarla con un sentimiento de orgullo por nuestra personalidad acabada, cuando mas bien debería ser vergüenza de que nuestra personalidad este acabada, pero en el peor sentido) . La personalidad es para mi una fuerza viva. Toda cristalización o punto final es síntoma de la decadencia de la fuerza vital: La ultima forma del árbol es a del árbol seco. Los “patrones” son síntomas la paralisis.

“¿Como separar en una personalidad lo que siempre se es de lo que se va siendo en diferentes momentos?” Por supuesto que no se puede. El “yo” inalterable a través de todos los cambios es solamente una ficción psicológica, un calmante autosuministrado. La prueba es que nunca puede asirse la escencia o el “que es” este Yo. Pues si no ponemos a hablar de el, lo excluimos de la definición. Este yo es siempre sujeto, y por eso es inalterable: Todo lo que se diga de el es predicado. Si este yo fuese también predicado, podría cambiar. Pero eso de lo que nada puede decirse, es nada. Nosotros lo sentimos como una estructura, como cierta cosa inmutable (que somos), pero no es otra cosa que un tapon puesto sobre las aguas que corren.

Jora dijo...

No me quise poner a desarrollar el argumento de ciencia ficción, que ya había esbozado, hubiese sido una pérdida del foco de atención. (extraterrestres insectoides se apoderan del planeta tierra y confinan a la humanidad en una nave espacial gigante a cambio de la tecnología para la salud y juventud eterna)

En el texto, el personaje veía los logros humanos como adaptación, si bien tenés razón con que nosotros en lugar de adaptarnos adaptamos el medio... Y no podemos dejar de lado ciertas costumbres como almorzar a las 12, aunque vivamos en la Luna (yo sí, bueno...)
Ojo que vos tomas a la adaptación de forma psiquica y el personaje lo hace de forma científica, de modo que la adaptación es supervivencia.

Cierto que los patrones no existen, como sí existe una silla. Como que tampoco existe una humanidad sino seres humanos. Pero en ese constante recrear, adaptando el entorno, hay repeticiones que se podrían llamar patrones. Es apresurado el buscar en ellos una exteriorización de lo humano siendo qué, lo más probable, es que se trate solo de entornos similares y de necesidades fisiológicas similares.


El "yo" es una ficción que hace de calmante!
¡Exacto!
Esa es la clave del relato. Si bien uno tiene cierta constancia, nada impide que esa constante deje de ser constante, radical o paulatinamente.
Esos patrones no existen más que accidentes de las interacciones, por que hay repeticiones que son más que nada físicas.
El personaje encarna y es consiente del espíritu de la época en la que se ambienta la historia. Una historia en la que toda la humanidad se ha alejado mucho de lo que era y ya no se reconoce, y por ende la da vértigo el cambio. Construyen jardines con faroles en el espacio por que quieren recrear lo perdido. El personaje se junta con una mina del pasado a tomar mate por que es una forma de aferrarse a una identidad que está y seguirá cambiando.

Y hay algo más, sutil... Y es que el que no puede asimilar la dinámica del cambio, termina muriendo solo, marchitándose. Lo marco con la reflexión del personaje a partir del hijo de la mina. Ese joven creció en "esa época moderna", y no sufrió el vértigo. El personaje reconoce la diferencia entre las personas que sufren el vértigo y las que no.

(La ciencia ficción no es ni más ni menos que una trampita argumental, jaja)