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2018-06-13

otro cuento de hadas

Si bien ella podía tocar muchos instrumentos en cualquier momento y forma, tenía una manía cuando quería hacerlo en serio. Se detenía, se descalzaba, se sacaba cualquier prenda o accesorio incómodo, y se disponía a interpretar con el instrumento.
En una ocasión, estábamos de turistas en un país vecino, nos cruzamos con un festival social y político en la puerta de una escuela de música. En ese momento no había mucho movimiento, pero habían muchos instrumentos. Ella se acercó a un piano, el típico cajón vertical de escuela con la madera baqueteada por los años, tocó algunas teclas melodiosamente y llamó la atención de una muchacha, le habrá preguntado si sabía tocar. No conocíamos bien el idioma del país en el que estábamos, eramos turistas. Con un ademán la invitó a sentarse, mi amiga le mostró una infantil sonrisa y miró el piano mientras se alejaba. Pensó qué iba a tocar, pero las personas que la rodeaban habrán pensado que tenía vergüenza, yo ya había visto esa escena y ya conocía sus pensamientos. Se sacó las zapatillas y puso las medias dentro, dio un par de vueltas como un perro antes de decidir acostarse, en realidad estaba sintiendo el suelo en la planta de sus pies, alguna energía numinosa y pagana recorrió la jungla de cemento desde parajes salvajes lejanos y llegó a tocarla rápidamente. Su postura cambió, como poseída por algo ancestral, caminó decidida tirando su saco sobre el piano y se sentó, empezó a tocar...
Estuvo casi media hora tocando, estudiantes y docentes la rodeaban, aplaudían, tarareaban algo, golpeaban con el pie. Pensé y sigo pensando que la música es el lenguaje universal. La música es una amalgama de alegorías disfrazadas de abstractas. No se necesitan ni palabras ni formas para entender la tristeza o la alegría. Creo que todos los que escuchan y todos los que interpretan deben estar sintiendo más o menos lo mismo, eso es algo que hermana los cuerpos. Cada uno con sus recuerdos y advocaciones, pero sensaciones similares. Luego no es necesario más palabras, luego miradas y gestos, la melodía recorre los cuerpos aun con el silencio y una parte de cada uno se traslada a los demás.

Ella siempre viajaba con algunos colores encima, y hablo de los colores que se trasladan a un lienzo o un papel y no de los que se visten, pero también vestía muchos colores. Era un cuadro viviente que buscaba integrarse en una pintura en cualquier lado, o hacer de cualquier lado una pintura. Así que sacó de uno de sus bolsos una caja de madera amarrada con unos piolines, tenía varias de ellas y de varios tamaños. Cajas de madera baqueteadas por el tiempo, y en la que había llevado a ese viaje tenía acuarelas, se detuvo y pensó en donde poner el agua, lo que siempre olvidaba eran los tachitos y latas que abundaban en el atelier-galpón-casa donde habitaba. Así que agarró un vaso y un cenicero y trajo agua del baño. Yo fingía que leía en mi cama, veía sus movimientos que coincidían mágicamente con la melodía que escuchaba por los auriculares. Sabía, por que ya la conocía, que necesitaba sus momentos de aislamiento. Que las multitudes en algún momento la colmaban y los ruidos le terminaban pesando y necesitaba parar el mundo, rodearse de silencio y quietud y dominar el tiempo.
En la habitación había una mesita ratona y ahí puso el papel y las acuarelas y el agua. Cuando tenía esos arranques no esperaba demasiado, ni se tomaba el tiempo de hacer bocetos con el lápiz. Metía los colores directamente. Parecía una nena jugando, y aunque a veces paraba y miraba algo más allá de las paredes, de nuevo retomaba con fuerza a colorear. Y en algún momento terminaba, o más bien daba por terminada la obra. La hacía a un lado y se ponía a hacer algo nuevo. Me había dado cuenta de que se ponía a pintar rápidamente, y terminaba rápidamente, por que ya sabía que pintar, por que "había visto algo" en una de esas pausas. Claro, yo la veía como una niña jugando con su propia música desde la mía, y al otro día u horas más tarde me ponía a ojear sus pinturas y eran preciosas! Tenían precisión y coherencia, no usaba lápiz por que no lo necesitaba. Cada lámina era toda una obra trascendental en la que se amalgamaban arquetipos y alegorías. He llegado a confirar mi sospecha, que todos los que ven sus pinturas sienten cosas parecidas, sus colores tienen un lenguaje universal, provienen de un inconsciente colectivo.

Desde los ojos de algunas personas, desde los bancos y entre los árboles de algún parque, las dos mujeres salían del hotel donde se hospedaban. Caminaban con alegría y en sintonia, eran dos niñas y dos ancianas al mismo tiempo y eran poesía. Participaban de una universalidad a la que se entregaban y contagiaban a su alrededor. Estaban en su tierra aunque su tierra esté tan lejos, hablaban el lenguaje del mundo y las melodías y colores bailaban entre ellas.

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2 comentarios:

Tali Rosu dijo...

No hay mejor lenguaje que el que sale del alma.

Sebastian P. dijo...

Por alguna razon me imagine Plaza Pagano, en la comarca, pleno bolson. Pintoras, escritoras, musicos, malabaristas, misticos, viajeros permanentes, gente que vive en el pais al costado del camino, de la montaña a la plaza y de la plaza a la montaña.
Justo cuando pense que, despues de la buena presentacion de que cada una hizo de su compañera, algo les iba a pasar o succeder a estas chicas, ¡el relato termino! ¿no vamos a saber nada mas de estas desconocidas?
Me gusto el parrafo final, casi que pude visualizarlo. Caminar en sintonia es algo que uno no ve muy seguido. Yo lo he sentido en carne propia en los viajes que he hecho. Tardas unas semanas pero de repente te descubris asi, caminando y pensando a tu propio ritmo. Es un ritmo extraño, propio del desarraigo, te das cuenta que tu hogar esta donde esta tu corazon. Caracol caracol, llevando siempre la casita al sol.
Que coincidencia significativa que la ultima oracion. Creo que la palabra que pense cuando la lei fue "Cosmopolitas", estas chicas son Cosmpolitas. Si hubiese sido mi cuento, ese habria sido sin dudas el titulo. Kosmos Polités, o sea, ciudadanas universales. El Cosmopolitismo es esa cualidad maravillosa de sentirse en casa en cualquier lado o, mas bien, de hacer un hogar de cada sitio que pisas. Es un verdadero poder magico, casi sobrenatural.