Habíamos salido del centro de control de sonido en donde estaba el enigmático Pablín. La escalera caracol por la que habíamos bajado nos condujo a un callejón iluminado en donde algunos sujetos se concentraban en sus cosas. Por un momento el lugar me pareció tan gris como aquél lugar de donde venía, pero duraría poco ese sentimiento. Seguimos por el callejón y llegamos a una avenida.
B—Busquemos la salida de Narutolandia hacia ese “afuera”. Acá hace mucho calor y me está empezando a doler la cabeza.
J—Vamos entonces.
L—Pero quedémonos cerca, no quisiera perderlos entre esta multitud en este lugar tan peligroso.
B—A lo sumo te perderías vos… Yo te ofrecí comprarte un collar con cascabel…
L—¡Shuuuu!
J—Pero te verías linda con un cascabel.
L—¡Nada!
La música seguía sonando, era distorsionada y muy fuerte, la multitud estaba satisfecha. Siluetas de muchos atuendos saltaban y se contorsionaban, parecían poseídos. Algunas siluetas abrieron paso a la visión y detrás de ellas apareció la figura femenina de una egipcia semidesnuda. Era como Cleopatra. Solo vestía unos pequeños paños blancos traslúcidos y joyería dorada. Su cabello, típico de una egipcia noble, era negro y crespo. Tenía una tiara con una serpiente y maquillaje egipcio. Tenía también un largo bastón sacerdotal. Se movía al compás de la música con vaivenes sensuales mientras clavaba por segundos la mirada en los hombres que la rodeaban. Entonces advertí que solo estaba rodeada de hombres. No podía dejar de mirarla, yo estaba como hechizado…
L—¡No mires eso!— Lucía me encestó un fuerte golpe en el hombro y pude recobrar la conciencia, de vuelta oía el sonido de la música metálica y me sentí un poco mareado.
J—Estabas muy concentrado parece…
L—¡Si, demasiado!
B—Soy de carne y hueso… Además no tengo que darle explicaciones a nadie— Aparté mi rostro con gesto teatral, luego volví a ver a Lucía, me sacaba la lengua mientras fruncía las cejas.
En verdad me había quedado pensando en esa mujer… No por que sea atractiva, sino por la extraña situación. Algo se había apoderado de mi, y apuesto que lo mismo se había apoderado de los hombres que la rodeaban. Era como una hechicera, una embrujadora, una clase de trampa para los hombres. Avanzamos entonces tratando de cruzar la avenida que ahora parecía un carnaval, todos saltaban y se amontonaban, era como atravesar un río rápido de montaña.
Pasábamos entre las personas como abriéndonos paso entre pesados tapados de pieles dentro de un ropero… En un momento me di vuelta en busca de mis amigos, pero ya no estaban allí! Me alarmé de inmediato, empecé a buscarlos con la mirada, me paré en punta de pie para ver si reconocía sus cabezas, pero no pude hallarlos. Hice un mal movimiento y perdí el equilibrio y caí al suelo. En el piso me rodeaban las zapatillas, estas se movían amenazantes alrededor mío, pero de pronto todas se apartaron y un par de delicados pies en sandalias doradas se posaron ante mi. Alcé lentamente la mirada, algo en mi me decía que sabía a quien le pertenecían esos pies, y recorrí las piernas que les correspondían, y me encontré con ella, la hechicera egipcia.
Atravesé su cuerpo con la mirada y llegué a sus ojos, me miró penetrantemente con sus lunas negras y todo se volvió diferente para mi. Me sentía como Frodo cuando se puso el anillo por primera vez. Me sentí ligero y sé que me levanté y una nueva música sonaba para mi, y dancé extasiado! No recuerdo mucho de todo lo que pasó, solo que estaba en una multitud de hombres que danzábamos contentos, separados de lo que nos rodeaba, en nuestro propio carnaval, todos siguiendo como felices condenados a esta fémina misteriosa y mágica.
¡Todo se volvió negro! Sentí el duro suelo debajo de mí y algunos sujetos alrededor me miraban. Una parva de hombres bailaban y se alejaban de mi, muchas personas se atravesaban en mi línea de visión y ya no los vi. Reconocí una fuerte mano que tiró mi hombro hacia atrás clavando sus uñas, una sensación que ya había sentido algunas veces. Junto a mi estaba Juan levantándose del suelo en donde yo estaba tumbado aun.
L—¡Degenerados! Ustedes no pueden bailar con mujeres desconocidas.
B—¿Qué pasó? ¿Vos me tiraste por el hombro?
L—Si… Nunca te había visto bailar!
B—Yo no sabía que podía bailar, algo se había apoderado de mi! Alguien controlaba mi voluntad, creo que esa mujer…
L—Lo sé! Esa mujer era una mujer mala y acechadora…
J—No sé si era mala…
L—¡Shuu! ¡Era mala y acechadora! Se los quería robar a ambos.
B—¿Pero que pasó? No recuerdo bien, todo está medio nebuloso, lo último claro en mi mente es que los perdí de vista y me tropecé, y luego estaba frente a un par de pies…
J—Si, te perdimos el rastro. Luego te vi a lo lejos, no podía creer lo que veía, Benjamín bailando en una murga. Sabía que algo andaba mal!
L—Si, entonces te seguimos, pero era difícil, todos empujaban y no nos dejaban avanzar, y los hombres esos estaban poseídos por un hechizo de esa mujer mala y exhibicionista.
J—Nos acercamos para hablar con vos. Miré por un segundo a esa mujer, apenas la vi, pero me miró a los ojos y me puse a bailar también, jajaja!
L—Si, reite nomás!
J—Pero no es mi culpa, me hechizó!
L—Si, te hechizó, como no!
B—Bueno… ¿Y que pasó?
L—Los agarré a los dos de los hombros y los tiré al piso… ¡Y espero que les haya dolido!
—¡Y les salvó la vida!— La vos venía de un joven con atuendos japoneses y hakama, saben, ese pantalón ancho que usan los samuráis. —Esta chica les salvó la vida, deben estar agradecidos!
L—Eso mismo!
—Esa mujer egipcia es la perdición. Seduce a los hombres con sus poderes mágicos y los hace danzar hasta el cansancio. Luego los lleva a un templo misterioso lejos de Narutolandia y les chupa… La vida!
B—¿Nos chupa la vida? De repente no me parece algo tan malo…
L—¡Callate!
—No es chiste… Esa mujer tiene cientos de años, mantiene su juventud alimentándose de la vida de los hombres que se acercan a este mundo en estos sucesos o eventos. La joven que los acompaña es inmune a sus hechizos por ser mujer, tienen suerte de no haber venido solos… De lo contrario, estarían perdidos!
J—Si, lo sé, ella es mi guardaespaldas!— Dijo esto y abrazó a Lucía.
B—Yo soy Benjamín… ¿Quién sos vos?
—No puedo decir mi nombre, tengo motivos para ello, pero pueden decirme “el samurai azul”.
J—Samurai Azul… Parece que sabes bastante de este lugar. ¿Qué misterio guarda Narutolandia?
SA—Lo único que sé es que hay algo o alguien en las sombras, y tiene o tienen intenciones poco benignas. Generalmente nadie es dañada por ellos, pero en cada uno de estos eventos hay desaparecidos.
J—Eso nos han dicho. ¿Qué le suceden a estos desaparecidos?
SA—En realidad no desaparecen, se quedan a vivir aquí para siempre. Se convierten en parte del show, sobreviven comerciando o vagan por el lugar. Aquí pasan desapercibidos entre los visitantes, pero a diferencia de ellos nunca saldrán. Acá hay muchas clases de tentaciones, han conocido algunas de ellas seguramente.
L—Como mujeres malas y acechadoras.
SA—¡Jeje! Esa es una buena definición.
B—Yo no creo que la egipcia haya sido acechadora, se exponía demasiado como para estar acechando.
L—No me contradigas!
J—¿Por qué es el interés de que algunos visitantes se queden aquí por siempre?
SA—Hay cosas que escapan a mis conocimientos. Pero se dice que alguien tiene que hacer que esto siga andando. Ellos, los que están en las sombras, necesitan del mundo de afuera, por eso necesitan visitantes que vengan y que se vayan. Pero también necesitan que la maquinaria siga andando. No están dispuestos a compartir las ganancias o el poder, o lo que sea que están obteniendo, es mas fácil para ellos aprovechar la conducta natural de las personas. Si se las dejan solas y se las estimula de la forma adecuada, las personas crearan por si mismas su propio sistema. Aquí hay un sistema propio.
J—Se podría decir que los visitantes son como hormigas que quedan atrapadas aquí y se transforman en mano de obra barata.
SA—¡Jeje! Si, algo así!
B—Solo que estas hormigas visten ropas raras y capas con nubes rojas.
L—En cada grupo hay diferentes motivaciones.
J—Se necesita una motivación común.
B—Es una abominable conspiración… Vos parece que sabes mucho sobre esto. ¿Por qué nos lo contás?
SA—Estoy en una misión, no puedo contarles. Ustedes son diferentes, ustedes pueden salvarse. Miren alrededor, los demás están muy comprometidos con Narutolandia. ¡Hay que saber apartarse a tiempo!
L—¿Te disfrazaste para pasar desapercibido?
SA—No exactamente…
B—Tu atuendo es uno de los mejores que he visto.
SA—¡Jeje! Gracias. Bueno, he de seguir con mi misión, suerte y cuídense de todo! Este lugar guarda misterios y peligros en donde uno menos se lo espera!
L—¡Adios Samurai Azul!
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