Me motiva escribir sobre “el sacrificio” al escuchar la palabra una y otra vez en distintos entornos. Estos entornos son principalmente religiosos, y hay ciertas religiones, o pseudoreligiones, que usan la palabra abusivamente. Pero también se puede encontrar esa palabrea en otros ámbitos, como en sociedades varias, partidos políticos, movimientos culturales, y por supuesto… ¡Los ancianos conservadores! “Tenés que sacrificarte si querés ser alguien, si querés progresar!”
Primero que nada me gustaría plantear si en verdad es necesario el sacrificio… ¿Cuál es el fundamento que sostiene que haya que sacrificarse, sí o sí, para obtener algo? Es claro que para conseguir algo, se requiere una acción para con ese algo… Pero la idea de sacrificar habla de una pérdida y o de un padecimiento. La acción que se requiere para obtener algo se puede considerar como un esfuerzo, por lo tanto un padecimiento, por lo tanto, un sacrificio…
La vida que conocemos es en la práctica un gran esfuerzo. En realidad podríamos vivir muy sencillamente, con pocas pretensiones y ser muy felices. Pero no estamos a gusto con una vida muy sencilla. Ya sea por la ciencia, la sociedad, las imposiciones, las costumbres… Son muchos los factores que nos impulsan a la disconformidad con la vida que tenemos. Es cierto en parte que la vida que tenemos es una vida impuesta por el sistema, pero eso es parte de las circunstancias. ¿Qué pasaría si descubriésemos que la vida dolorosa que tenemos no sirve para nada? O mejor dicho. ¿Qué pasaría si descubriésemos que los padecimientos de nuestra vida no tienen ningún sentido? ¿Podríamos seguir viviendo de la misma manera si el sufrimiento fuese un capricho del destino? La única manera de tolerar el padecimiento de nuestras vidas es considerar que ese padecimiento tiene una finalidad. ¡Darle sentido al sufrimiento! ¡Que gran invento del humano! De esa manera se puede tolerar un poco la vida, ya que si sufrimos, tendremos una recompensa. Un divino equilibrio, una justicia natural, un plan universal… Me estoy adelantando.
Sabemos que para obtener algo es necesaria una acción. Ese es el principal fundamento para justificar el padecimiento en la vida. La acción es esfuerzo, y por lo tanto un padecimiento. Por consiguiente es lógico pensar luego que todo padecimiento puede conducir a una gratificación… Esa es la forma en la que podemos vivir el día a día. La vida es un sacrificio que nos proveerá de grandes gratificaciones cuanto mayor sea el sacrificio. Y esto desencadena en la idea de que, si la gratificación es proporcional al sacrificio, sería prudente sacrificarnos mucho! Muy prudente… Pero recuerdo haber escrito que el justificar el padecimiento con una gratificación posterior es una forma de tolerar los dichos padecimientos.
He mencionado que los padecimientos se relacionan con imposiciones sociales. En toda sociedad, como en todo grupo de humanos, hay individuos que por una razón u otra, adquieren poder sobre los demás. Obviamente el grupo de individuos otorga poder a un o unos pocos individuos por el motivo que fuese. Acá el sacrificio del grupo puede tornarse en un beneficio de la minoría poderosa. La minoría poderosa es fácilmente corrupta, eso es natural del humano. Dicha minoría hará muy bien en usar el concepto de relación sacrificio-recompensa a favor. La mayoría se sacrifica beneficiando a la minoría poderosa, la minoría obtiene beneficios inmediatos y la mayoría la promesa de una gran gratificación. Generalmente la mayoría es satisfecha con “espejitos de colores”. También se podría hablar de bolsas con comida, planes trabajar, asignaciones familiares, objetos ungidos, y el mayor engaño humano… ¡La eterna felicidad metafísica luego de la muerte! Ese engaño es perfecto. La vida misma es el sacrificio y a cambio se tendrá una eternidad idílica. ¡El paraíso luego de la muerte es tan grato que nadie ha querido abandonarlo ni por unos minutos para contarnos lo felices que están en él!
Socialmente la minoría poderosa siempre utilizará el sacrificio para abusar de la mayoría, eso es llevado al extremo por las religiones. Incluso se ha llegado a conjeturar que la vida es sufrimiento, y que para librarse del sufrimiento hay que sacrificar las pasiones… Volverse una estatua meditadora, sin sentimientos, inmersa en un estado letárgico…
Anteriormente dije que la vida podría ser más sencilla, y de este modo tener menos pretensiones. Las pretensiones en la práctica están generalmente ligadas a la vida en sociedad, al sistema, y al necesitar ser parte del sistema nos sometemos al modelo de sacrificio por recompensa…
Pero, pretensiones… ¿Lo que pretendemos, lo que queremos, es lo que nosotros queremos o lo que nos hacen creer que queremos? Pretendemos dentro del sistema, por que actuamos dentro del sistema. Deseamos un estatus social, una casa elegante, un auto, ropa bonita, un celular con pantalla táctil, el último CD del ganador del concurso de talentos… Independientemente de que estas cosas sean o no impuestas, son definitivamente valores del sistema, y nada implica que tengan valor personal para cada individuo.
Ahora cambiaré el sentido del texto…
Podemos aprender a diferenciar lo que la sociedad nos plantea como lo bueno, y lo que es bueno para cada uno. ¿Qué es lo que es bueno para usted? Juguemos un poco… Dejemos de lado el trabajo, la economía, la política, la familia, los clubes, la sociedad… Podríamos decir que lo bueno es bello y complaciente, pero eso no es lo que busco. Lo bueno es, para este texto, la manifestación más pura de uno mismo. Estar satisfecho de uno mismo, estar orgulloso, ser uno mismo… ¿Qué es “ser uno mismo”? Es ser honesto con lo que uno siente, no reprimirse, ser libre, elegir… Pero el “el ser uno mismo” entra en conflicto con el “ser parte del sistema”. Sé que suena muy jipi esto. No hablo de “luchar contra el sistema”, no hablo de irse a vivir a una comunidad a un bosque. O quizás sí, pero eso depende de aquello que uno desee…
Sí hay una lucha, pero no es contra el sistema. Como dije al principio, si se desea algo se requiere una acción para obtenerlo. Y ser un individuo en lugar de un “engranaje” requiere una acción. No es el tema la lucha con el sistema que nos impone una forma de vida, la lucha es con la comodidad que sentimos al ser parte del sistema. La lucha es con los temores a lo desconocido, a la falta de control sobre nuestra vida, al vértigo de las emociones! Ser libre implica diferenciarse, estar solo, vivir activamente, abolir el esquema de vida que hemos aprendido desde el nacimiento y crearnos nuestro propio esquema, o incluso vivir sin un esquema!
Sabemos ahora que considerar a la vida un sacrificio es una negación de lo malo que representa para nosotros la vida artificial a la que estamos acostumbrados. Al considerar la vida un sacrificio, se la está justificando, convenciéndonos de que hay una compensación o una razón para que exista el sacrificio. Reivindicamos el sacrificio para convencernos de que la vida artificial que tenemos es buena para nosotros…
Sé que soy repetitivo, quiero dejar las cosas claras… El sacrifico es razonable si se obtiene algo a cambio, entonces, se trata de una inversión. Pero, el verdadero sacrificio tiene que ser en beneficio de uno mismo.
El Verdadero Sacrificio…
El verdadero sacrificio es de uno mismo para uno mismo. No se trata de sacrificar un cordero, o de sacrificar dinero dándoselo a una asociación religiosa, o de menguar las pasiones de la vida, trabajar arduamente por un sueldo para comprar objetos o unas vacaciones, ni de estudiar día y noche para tener un título que quede bonito en la pared y que nos de acceso a un trabajo para tener un sueldo para comprar objetos o unas vacaciones…
La palabra “sacrificio” no es la adecuada… Pero si hablamos de sacrificio. ¿Qué es lo que tenemos que sacrificar? Sacrifiquemos a la persona complaciente y sumisa. Sacrifiquemos a la persona esquematizada. Un amigo mío hablaría de sacrificar a las ovejas… Sacrifiquemos al sujeto que nos han enseñado a ser, sacrifiquemos al sujeto en que nos convertimos para encajar. Dejar de lado la máscara, la ficticia y represiva personalidad que vivimos día a día, eso es un verdadero sacrificio. Requiere sacrificar las seguridades, las promesas, el futuro planeado, el eterno paraíso.
Como todo sacrificio hay una recompensa. ¿Cuál es la recompensa del verdadero sacrificio? ¡El ser uno mismo! ¡Sin mentiras autoimpuestas, sin aceptar las mentiras de los otros, sin condicionar nuestros sentimientos, sin esquematizar artificialmente la vida! Sacrifiquemos a la persona que cree que la vida es un sacrificio…
Eso es todo por ahora.
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