El campamento del sexto batallón era
inmenso y estaba muy bien guarecido. Era la noche de un Martes y los
mercenarios planeaban una infiltración, quizás tomar algún
prisionero, o poner una bomba en un lugar estratégico. La segunda
al mando, que era una intrépida espadachina, contemplaba la silueta
de las carpas exteriores al iluminarse sus contornos por los fuegos
entre los que algunos guardias se relajaban confiados de su número
superior. Los ojos de la comandante se entrecerraron distinguiendo
una sombra familiar que se adentraba en el campamento. El jefe de
los arqueros distinguió la forma y le comentó...
“Nos traicionó... ¡Mirad como se
mete en el campamento enemigo con toda tranquilidad! Sabe que será
bien recibido...”
“No lo creo, está tramando algo, una
acción suicida... ¡Rápido, vamos a atacar, lo van a matar!”
Rápidamente la comandante desenfundó su espada, pero fue detenida
por sus compañeros que le dijeron...
“Si es cierto que emprendió una
acción suicida, ya está muerto... Nosotros no podemos arriesgar la
misión por él y lo sabe...”
“¡Pero es un estúpido, no va a
poder con ellos! Seguramente va a querer ser diplomático. Lo van a
matar...” Una joven y robusta guerrera se acercó cabizbaja y le
habló a la espadachina...
“Vos no querías que él use su magia
negra y por eso se estuvo comportando como un sacerdote curandero,
pero su naturaleza es de nigromante, y eso es lo que está haciedo.”
“¿Va a usar las artes oscuras, va a
invocar a los demonios? Ni aun así va a poder...”
“¡Jajaja! Lo subestimás, es un
maldito, y lo único más maldito que él son sus maldiciones...”
Los gritos empezaron a salir del
campamento del sexto batallón, las carpas empezaron a arder, los
sonidos de espadas se mezclaron con gruñidos y alaridos y un olor
sanguíneo se levantó. Luego de una hora, aproximadamente, el
campamento era una ruina y los mercenarios caminaban entre cadáveres
desfigurados. En el centro del campamento estaba el cuerpo bizarro
del nigromante, levantó su cabeza con seriedad fría y dijo...
“El campamento está contaminado, no
toquen nada, no coman nada. ¡Debemos quemarlo todo!” Y diciendo
esto tomó una antorchá y comenzó a quemar cuanta cosa y cuanto
cadáver veía.
“¿Qué has hecho? ¿Que pacto
diabólico has invocado?” Le preguntó la espadachina al
nigromante. “No entiendes esta magia, simplemente los infecté y
los manipulé. Pero sabía que esto no te iba a gustar y traté de
contenerme... Esta guerra se está saliendo de control y no me puedo
dar el lujo de perder a mas personas, y tu siempre vas adelante en
las embestidas, mi estimada! Lamento decepcionarte... Sabrás que
nadie cambia en esta vida, solo nos adaptamos, solo nos adaptamos!
Quizás la vida misma es una mera adaptación, jeje.”
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