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2017-10-19

Fragmento Caprichoso 11


E—No quiero caer en un debate feminista, no por que no sea feminista, sino por que no quiero hacer de la conversación un diálogo de activistas.
C—Sí, comprendo, querés mantener cierta neutralidad, al menos para empezar por que luego no vas a evitar tu opinión tendenciosa.
E—Todas las opiniones son tendenciosas...
C—Por que somos humanos, muy cliché!
E—Puaj!
C—¿El cliché?
E—Sí, obvio.
C—¿Decías?
E—Decía que dejando de lado la crítica feminista... ¿Notaste que es frecuente, al menos en algunos escritores, que sus héroes sean hombres más o menos curtidos de mundo o calle o vida, y que si andan con una mina le terminan dando lecciones?
C—Con algunos escritores, querrás decir los escritores que vos lees.
E—Ehm, borrame lo de frecuente mejor. ¿Notaste a esos escritores? O más bien a esos personajes.
C—Hombres curtidos que son condensendientes con sus minas. También hay otro modelo, el de la figura femenina en el relato cumpliendo un rol de guía espiritual.
E—Pero no es la mina, es una dama sabia, o una anciana, o una mujer misteriosa. Si es la mina, en todo caso, es un nexo con el profundo caos del subconciente, o mejor dicho con la magia del mundo. Eso implica que sea un poco como una niña, que de soporte emocional y tenga buenas respuestas instintivas, pero es el tipo el curtido, el que razona y termina explicándole como es el mundo real.
C—Bueno, hay diferentes tipos de argumentos. Y no te olvides que tenés que contextualizar a los narradores.
E—¿Y en esa contextualización en donde termina el narrador y en donde empieza la sociedad en la que el narrador vive?
C—Buena pregunta, pero es una trampa, el límite hay que buscarlo en cada relato, o mejor no buscarlo. El narrador es en parte la sociedad.
E—Interesante esto de contextualizar narradores.
C—O autores.
E—Prefiero decir narradores, es más mítico.
C—Puede ser... ¿Qué es lo interesante?
E—Lo interesante es que lo que conocemos de la sociedad y como esta afecta al narrador, está plasmado en la obra. Pero al analizar la sociedad, el entorno, la época, toda influencia posible en el narrador, estamos haciendo una ingeniería inversa.
C—O literatura inversa.
E—Ponele. Y el narrador se vuelve un filtro que sostiene una pluma.
C—Ahí voy cayendo a la preferencia de usar narrador, por que un poco narra sobre su vida y entorno.
E—No quería decir eso, pero también.
C—Entonces, cuando conocemos a un personaje que es un hombre que es condesendiente con su mina...
E—Recalcando el aspecto posesivo de su mina.
C—Dijiste que no querías caer en debates feministas.
E—Ufa...
C—Cuando conocemos a tal personaje. ¿Deberíamos hacer una crítica al narrador o a la sociedad que lo influyó? Por que puede ser que el narrador prefiera escribir sobre minas mágicas e ingenuas, o que ese sea el arquetipo femenino de la sociedad en la que vivió el narrador.
E—O de la sub cultura del narrador. La cuestión es que no me parece popular que un personaje femenino e igual al personaje masculino, le explique cosas.
C—He leído relatos en que sí.
E—Algo poco conocido, o quizás se te vino a la mente ese libro que no terminaste de leer, ahí el personaje femenino es medio aterrador, no hay una relación de igualdad.
C—¿Y como pretendés una relación de igualdad en la que haya condensendencia?
E—No la hay, un personaje puede saber de algo que el otro no. Y viceversa.
C—¿Un poco como nosotras? Salvo qué...
E—¿Que una sea condesendiente?
C—Ni en pedo!
E—Nosotras somos dos mujeres y no tenemos una relación amorosa, y si así fuese, no creo que una sea la mina de la otra.
C—¿La mina de la otra? ¡Jajaja! Bueno, eso por que el narrador tiende a pensar en su héroe como un alterego, y a la mina del alterego como una una herramienta o medio. Puede pasar que algunos narradores se identifiquen con el personaje y la mina.
E—Entonces deja de ser mina y se convierte en coprotagonista.
C—Pero, también hay narradoras que escriben sobre heroínas que tienen chongos, y no me lo vas a negar.
E—Touche! He escrito algunas así...
C—No pensaba en vos, pero ya que estamos. Touche!
E—Aunque, todos cosificamos bastante a las otras personas...
C—¡Uf, ese es otro debate! ¿Es realmente posible no cosificar a las demás personas? Yo creo que no desde el principio de que somos una persona y no todas.
E—Y ahí está lo gracioso, por que para el narrador, por más simpatía o preferencia que tenga, él o ella es todos los personajes, y sus contextos.
C—Es otra cosa, pero es un buen cierre. Pido la cuenta.
E—Dale, voy al baño mientras...

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2017-03-23

Buscando la Sociedad Secreta - Clave 1

Este es mi diario de investigación, o mis bitácoras. Soy aficionado al periodismo y a las historias de misterio. Estaba estudiando bibliotecología, cuando un día tuve una revelación. Encontré por accidente, o al menos eso creo, un raro libro que no estaba en el catálogo. Tenía un separador de hojas y en él estaba escrito "La Sociedad Secreta - Clave 1". Como era de esperar no pude resistir investigar el libro. Estaba en latín, y la hoja señalada decía, según mis conocimientos superficiales del idioma, que lo importante llega a uno cuando lo es buscado sin buscarlo. Como el libro no estaba inventariado, me hice "el boludo", como quien dice... Me lo llevé, y ya vería si alguien me preguntaba al respecto. Por lo pronto estaba en una biblioteca bastante barrial, muy raro encontrarme un libro en latín muy a la vista y sin inventariar.

A lo mejor vaya muy rápido, en verdad no importa, estas son notas. Investigué el libro, al parecer era un tratado sobre ética social y no estaba firmado por nadie. Mi cabeza desvarió en ese momento. Asumí que ese libro debía de ser un estatuto de una logia, lo cual no era trillado. Lo raro era el anotador con el mensaje, me había olvidado aclarar que estaba escrito a máquina, y la hoja en donde estaba. Buscar sin buscar, clave uno de la sociedad secreta, un libro sobre ética. ¡Por favor, no quiero que parezca que estoy loco! Cuando decidí escribir esto asumí que no sabía a donde los sucesos me iban a llevar, pero quiero aclarar algo. Yo al principio pensé que podría ser una broma. Difícilmente del dueño de la biblioteca, un viejo maestro de geografía muy serio, o aburrido. Había una señora que limpiaba día por medio y que había sido portera de la escuela donde el maestro trabajaba, y no tenía pinta de bromista. Y como no solía ir nadie a la biblioteca, estaba muerta, era un pasatiempo de un jubilado... Ningún conocido mío se tomaría el trabajo, y amigos no tenía, así que no sabía. Igualmente, mi primer sospechoso era el bibliotecario, el viejo maestro, pero no debía de ser un chiste. A lo mejor estaba loco...

Pensé que por más chiste que fuera, podía ser entretenido seguir el juego. Me tomé el misterio del libro como pasatiempo personal. Até cabos y concluí que por algún motivo había una sociedad secreta con la que podía contactar, y que para hacerlo antes tenía que leer el libro, y que el anotador debía de ser un indicio de ello, por que leer el libro que definía las normas era una forma de buscar sin buscar. Es decir, comportarse como "un miembro" en lugar de buscar ser un miembro.
Otra opción muy razonable, claro, era que todo sea coincidencia de varias cosas, o chistes. A lo mejor el libro fue puesto ahí por error, a lo mejor el separador era el nombre de alguna librería... Bueno, eso lo investigué y no encontré nada notorio, podría ser una librería oculta, o personal. O todo podría ser una suma de caprichos, vamos, que yo solo estaba especulando. Pero lo importante es que sabía que especulaba, que en el fondo jugaba al investigador que hubiese querido ser... Y mucho más en el fondo, jugar a ser algo que hubiese querido ser era también, buscar sin buscar.

Así, entonces, empezó mi búsqueda e investigación de la sociedad secreta.

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2017-02-03

Otro o el mismo barrio

Terminé de mear y en mi campo visual invadieron las paredes del baño, los mingitorios, los escritos en las paredes. Me di cuenta de que estaba en el baño de la estación que recordaba, no era el baño en el que había entrado, más bien el baño al que entraba hace mucho tiempo atrás. Volví en el tiempo, era el baño del pasado. Miré la puerta abierta, más bien antes no había puerta, la habían sacado unos pibes alguna vez. Antes se entraba y salía libremente de los andenes. La luz venía de afuera y sospeché que ahí estaba el otro barrio, el que ya había pasado, del que me había ido. Ahora, había vuelto. Primero no me atrevía a salir, no sabía si me iba a gustar lo que iba a encontrar, o a lo mejor descubrir que era todo un espejismo y volver a ver el cemento pintado moderno.

Tenía que pasar, saqué mis piernas para afuera hacia el andén, y era él anden. El andén de la vieja estación. Sin molinetes, sin rejas, sin grandes edificios alrededor. Me acerqué al borde y miré las vías. Miré el recorrido de los rieles hacía donde se juntaban y giraban rodeadas de pasto crecido. La magia de los andenes, creo, que es la de esa sensación de detenerse en la línea de tiempo para contemplarlo todo. Es algo así como detener el mundo y que pase alrededor, y da vértigo y seguridad a la vez. Pero me alejé, tenía que recorrer el barrio.

El barrio era él barrio, también. Todo tan lleno de adoquines, todas las ventanas sin rejas, alguna vez las rejas solo eran para las prisiones. Solamente no encontré a nadie. La sensación era particular, por qué todo se sentía tan real y sabía que no estaba soñando, pero no era el tiempo de siempre. Como dije, no había gente, parecería que estaba caminando por un álbum de fotografías Polaroid. Y me cruzaba con postes de madera, y esas marcas de metal que indicaban el nivel del mar, a lo lejos un teléfono público como una pequeña cúpula. Di vuelta a la esquina y se me antepuso la diagonal de la plaza. Esa plaza fue bosque encantado, Pangea, paraje marciano, y todo a la vez. Sin las rejas, con tierra, baldosas rotas, y a mi derecha una rayuela de tiza.

Pasé la plaza, la plaza y el mástil del centro, siempre sin bandera. Y pasé algunas cuadras. En una dirección estaba la casa de la morocha, y para otra el callejón en donde se podía jugar piola por qué nunca pasaba ni un auto ni una bicicleta.

En un momento tuve pánico, no sé bien por qué. Ahora creo que fue el miedo a perderme, ir de un lado a otro y terminar en algún recuerdo demasiado lejano. Volví caminando rápido a la estación. No quería correr, de repente se me vino a la cabeza de que si no había nadie, nadie más que yo, entonces debería de llamar mucho la atención. Pensé que si corría, algo se iba a posar sobre mí. Fingiendo indiferencia, con fuertes latido, llegué a la estación.

No subí por la escalera, al costado vi una puerta y quise saber que había allí, siempre quise saber que había en esa puerta. Me acerqué y la abrí. Y no pude entender. Detrás de la puerta había algo abstracto o surreal, o será que había roto el límite de mis recuerdos. Entonces pensé que estaba creando yo ese lugar, y que fuera del espacio recordado iría a un limbo…

Subí al andén y ni me molesté en cerrar la puerta. Estaba llegando un tren, vacío también, pero no era el diseño correspondiente al barrio y época, y tampoco era el tren moderno y nuevo comprado a los chinos. No quise ver por las ventanas a donde iba, no quise ver cuando saliera del recuerdo y atravesase las fronteras, y me vea rodeado de pesadillas de Dalí. Nunca me gustó Dalí…

En algún momento tomé valor, asumí que había recorrido más distancia de la de costumbre, y me bajé. Y me encontré en otra estación, en otro barrio, y la fecha era la correcta. ¡Qué sé yo cual es la fecha y barrio correcto, maldita sea! Quiero decir que estaba de vuelta en mi tiempo, pero en otro lado. Asumo que me perdí, que me equivoqué de tren, que me bajé en algún pueblo lejano del conurbano. Asumo que las casas se parecían, y que me confundí, que era la hora de la siesta. Es más conveniente haberme confundido…

La nostalgia me revolvió un montón de sensaciones olvidadas, fue espectacular, pero no quiero volver. Aunque nunca imaginé este presente, igual, no quiero volver, jamás.

¡Pero como me gustan los andenes! ¡Vaya a saber yo en qué barrio terminaré alguno de estos días!

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