“Recuerden que un blog es como una amorfa masa biomecanoide llena de cilicios y falanges qué alegremente se alimenta de vuestros comentarios!”
COMENTARIOS CON VERIFICACIÓN DE PALABRAS
2010-11-23
La Escapada de Narutolandia, Acto 7
2010-11-16
La Escapada de Narutolandia, Acto 6
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2010-11-10
Hipótesis de Sapir-Whorf
2010-11-06
La Escapada de Narutolandia, Acto 5
Empezamos a recorrer los niveles superiores y como nos parecía, encontramos mas y mas comercios. Estos niveles eran mas oscuros y laberínticos, estaban llenos de callejones y puentes, y escaleras, y arcadas, y caminos hacia lugares misteriosos. Había muchos balcones por los que podíamos ver la avenida principal y en ella la multitud de “personajes” entre los cuales nos habíamos hecho paso. En algún momento mis acompañantes, Lucía y Juan, se acercaron a la baranda de uno de los balcones para contemplar la multitud, yo también lo hice. Parecía una procesión mística y grotesca, algo indescriptible. Desde la altura en la que estábamos podíamos avistar la plaza principal en donde la multitud era aun mayor y había un enorme escenario en donde los tambores sonaban y sonaban, cada vez con nuevos ritmos, pero todos japoneses. Se movían columnas de luces de un lado a otro y generaban corrientes de personas que iban y venían de la plaza, eran como torrentes sanguíneos.
Mientras que mis amigos ya despreciaban el paisaje y se concentraban mutuamente en… Mutuamente… Yo inspeccionaba en busca de nuevas manifestaciones, por curiosidad y por que soy un crítico social empedernido. Había un sujeto que parecía ser un duende vestido de verde con una espada en la espalda. Había otro sujeto con una armadura azul futurista. Había lo que parecía ser un mercenario comando. Vi también algo que en un principio no me llamó demasiado la atención. Se trataba de un grupito de nekos muy jóvenes, creo que eran seis o siete, y eran acompañadas por un guardián de esos que desentonaban demasiado. Igual, de todos modos, estos guardianes no eran muy tenidos en cuenta y eran socialmente mas cercanos a plantas con piernas. Una de esas nekos era una joven de rasgos pálidos y una melena negra cortita, tenía obviamente su par de orejas de gato, vestía de negro y algo me llamó la atención sobre ella de entre las demás, tenía una remera que en su frente mostraba la imagen del Invasor Zim… El Invasor Zim era una leyenda de culto relativamente poco conocida pero de fuerte influencia en sus seguidores. Sus misterios trataban sobre una raza insectoide-humanoide extraterrestre que quería conquistar el mundo. Yo no solía encontrarme con nadie iniciado en dichos misterios y me atraían, así que esa neko atrajo mi atención de inmediato. No parecía demasiado sobresaliente en la gran multitud, solo para mi, y de alguna forma presentí que ella ya había notado mi contemplación. Se dice que los avanzados en los Misterios de Zim adquieren formas de empatía y telepatía. Sentí que mi concentración era entonces demasiado notoria y me sentí iluminado por un fuerte reflector en medio de la oscuridad, quería escapar de ello. Empecé a concentrarme en otras cosas y a mirar para otros lados, al cabo de unos minutos me sentía de nuevo en ese balcón con mis amigos y no supe de esa chica-gato a la que denominaré simbólicamente “Zima”.
J—Te nos fuiste!
L—¿Qué estabas mirando?
B—No importa… Creo que los tambores me están afectando, eso y el calor y la densidad del aire.
L—Vamos a recorrer este nivel a ver que encontramos!
B—Me parece buena idea.
J—¿Ya pensaste que te vas a comprar? Mirá que si venis acá tenés que comprar algo, sino no te dejan salir, jajaja!— Pensé que era un chiste, pero luego comprendí que no lo era…
L—Es todo muy comercial, pero si no te dejás influenciar por todas las cosas bonitas que venden podés pasar un buen rato.
B—A veces es difícil, he visto algunas cosas muy bonitas!
Nos pusimos en marcha pro los corredores rebuscados del nivel superior…
En primera instancia encontramos mas de lo mismo, imágenes paganas variadas en las que predominaban las del culto a las Bolas del Dragón, grandes lienzos con temáticas variadísimas, calcomanías, prendedores, mas prendedores, muñecos de tela muy seguramente relacionados con alguna clase de magia ancestral Vudú, había también ropa y emblemas para poner a las ropas. Uniformes y trajes para unirse a las diferentes sectas y grupos místicos. Y junto a una arcada de piedras, casi escondida, una tienda que nos llamó mucho la atención a nosotros, una tienda de armas. Luego descubriría que habían muchas mas tiendas de este tipo y que esta ciudad ocultaba una gran potencia bélica.
B—¡No sé para que nos rompieron tanto las bolas con el operativo de seguridad que nos demoró como tres horas la entrada si al final aquí venden armas!
J—Los guardias no buscaban armas, buscaban otras cosas.
L—Si, seguramente buscaban cosas explosivas o alucinógenas.
B—Una ridiculez, si acá venden espadas y cuchillos como si fuesen manzanas…
J—¡Vamos a ver!
Nos acercamos e inspeccionamos todo lo que estaba exhibido. Habían katanas, espadas, nunchakus, puñales, y hasta estrellas ninja conocidas como shuriken.
J—¡Esa katana me gusta! La he visto muchas veces pero por una razón u otra nunca me la compro.— Se trataba de una katana blanca impecable y brillante, a mi amigo Juan lo había hechizado, no demoró en tomarla, desenfundarla y contemplarla. —¡Es una belleza!— Luego la tomé yo y la inspeccioné con un ojo crítico que pareció perturbar un poco al vendedor que simulaba no importarle que “manoseen” su mercancía.
El dinero no alcanzaba en ese momento para la compra, por lo que mi amigo Juan no puedo hacerse de su tan deseada katana blanca, pero algún día habría de tenerla, él lo sabía, nosotros lo sabíamos… Luego inspeccionamos otras katanas, unas negras y otras azules, a mi me llamó la atención una con saya (funda) opaca. También me llamó la atención un cuchillo que parece haberle llamado mas la atención a Lucía, era un cuchillo con una protección de acero para los nudillos, una verdadera belleza! Noté también que en alguna parte habían bolsitas, seguramente polvos mágicos de ninja, de esos que usan para generar humo, luces y otras cosas misteriosas e inesperadas.
B—Bueno, sigamos por que esto es muy tentador!
L—Estoy de acuerdo.
Y seguimos avanzando, y pasamos junto a tiendas, gente muy rara, mas tiendas, y mas gente muy rara. Luego nos topamos con otra tienda de armas mucho mas grande, esta no tenía ninguna espada blanca, pero si tenía naginatas, espadas de madoble, espadas exóticas y espadas con nombre… Si, espadas con nombre, eran espadas que al parecer poseían algún atributo mágico. Recordé cuando en mi juventud me adentraba en el campamento de las arpias, Luth-Golein, Arrohat, en donde las armas mágicas con nombre eran cosa común… Claro que estoy hablando de un juego de computadoras, nunca he ido en persona a estos lugares, jaja! De haber ido estaría contando dichas historias en lugar de esta…
Me di cuenta que los tambores habían cesado, un breve silencio nos rodeaba, nos mirábamos entre los extraños como si la falta de música funcional alterara la capacidad de abstraernos en nuestras cosas.
La abstracción en las cosas de cada uno se reanudó al comenzar una nueva música, un sonido metálico por demás distorsionado provino desde la plaza central y una multitud aclamó dicho sonido. Otra vez volvió a sonar eso que decían se llamaba “j-rock”, pero a mi me sonaba a ruido, lo siento… Admito que salvo excepciones, en ningún momento reconocí una sola canción. Creo que elegí mal momento para ser otaku!
B—¿Qué es aquello?
J—Parece la entrada a un templo oscuro y misterioso…
L—¡Que feo!
J—Debemos entrar a investigar!
B—Estoy totalmente de acuerdo.
L—Me da un poco de miedo ese lugar feo.
B—Pero vinimos para eso.
...
2010-11-02
La Escapada de Narutolandia, Acto 4
Recorrimos la avenida y su feria, los negocios, los puestos, y nos hacíamos paso entre la gente que estaba allí. No podíamos distinguir quienes provenían de aquél mundo que había terminado y quienes eran oriundos de este lugar, o de esta ciudad conocida ahora como Narutolandia.
B—¿Cómo alguien puede llamar a una ciudad Narutolandia?
J—¿Y por qué no? Argentina viene del latín argenta, que quiere decir plata. Por lo que nuestro país se llamaría algo así como “plateadita”.
B—Si, no son muy originales para los nombres…
L—Pero si los nombres son aceptados por una mayoría de personas se vuelvan válidos.
J—Eso no les quita que sean tontos.
B—Lo tonto es la interpretación mas que el nombre en si.
J—¡Vamos! ¿Me vas a decir que un nombre como, haber, “Rintintin”, no te suena tonto?
B—No, no me suena tonto, pero es por que estoy acostumbrado a oírlo. ¿No hay un jugador de futbol llamado “Kaka”?
J—Si.
L—Yo me cambiaría el nombre si fuera él.
J—Yo mataría a mis padres!
B—Yo cambiaría a mis padres y mataría al nombre…
L—No es gracioso.
B—No pretendía serlo…
J—¡Que lindo ese Kero!
L—¿Dónde?
J—Ahí.
L—¡Que lindoooo! Me lo robo!
B—Robona… Mejor no digas esas cosas, no sabes como pueden reaccionar lo lugareños.
El negro era un color muy recurrente entre la gente de esta ciudad. Llama la atención como cuando la lucha contra la moda se vuelve una moda y con la aparente intención de vestirse diferentes a la mayoría, muchos terminan vistiéndose iguales entre si. Surgen entonces movimientos sub-culturales uniformados que se dicen ser originales y auténticos, nada mas lejos que originales y auténticos… Igualmente no todo era color negro.
Como he dicho, muchos sujetos estaban vistiendo atuendos que se podrían llamar “de ficción”. Pero claro, como también he dicho, esos atuendos serían una forma ritual de manifestar personalidades particulares. Ese evento que se decía que tenía nombre y apellido propio, era como una gran celebración mística, y se estaba dando a cabo en el fin, en esta ciudad que me dijeron que era Narutolandia. Esto era muy apropiado, las vestimentas en su mayoría eran lo que definiría como “narutistas”, habían muchas capas y nubes rojas por ejemplo, y alguna que otra máscara naranja. Una característica típica de un narutista es un emblema metálico que suelen llevar en la frente, aunque puede ir en cualquier lado. Parecían integrantes de una secta verdaderamente, pero creyendo yo que eran llamativos no esperaba ver algo sorprendente.
B—¡Miren eso! No puedo creer lo que ven mis ojos. ¿Lo ven?
L—¿Qué es eso por dios?
J—¡Es Palmerín!
L—¿Qué cosa?
J—Palmerín!— Muy apropiado, el sujeto vestía una capa negra con la cabeza pintada de blanco y negro y ostentaba dos enormes ramas verdes de lo que parecía ser una planta o arbusto.
B—¿Qué clase de persona se pone eso en la cabeza?
J—Parece ser que es un importante sacerdote de esa agrupación que definis como “narutista”. Mirá! Es acompañado por un séquito, todos con capas negras.
B—Es muy cierto, es un líder religioso sin duda.
L—O es como un Platón de Narutolandia.
J—No estoy seguro, pero es importante obviamente.— Pasó cerca nuestro con su séquito y se alejó y se perdió entre la gente. Seguimos avanzando.
Además de haber sujetos de negro y narutistas, y otros sujetos de atuendos peculiares, era muy repetitiva la aparición de muchachas con orejas de gato, se auto-definían como “nekos”. Me daba la sensación de que en verdad ellas eran “chicas-gato”. Solían vestir de negro también, pero eran mas coloridas, usaban también blanco y rosa principalmente. También solían usar collares con cascabel.
B—¡Mirá Lucía, mirá los collares esos!
L—¿Qué tienen?
B—Te voy a comprar unos como esos a si siempre sabemos en donde estas, jejeje!
L—Sos un tarado…
Vendían en algunos lugares cosas así, collares con cascabeles, collares con tachas, pulseras con tachas, cosas muy asociables a “gatos oscuros”. En este lugar esta especie estaba muy presente, pero en su mayor medida parecía estar conformada por especimenes del genero femenino.
Nos detuvimos, recuerdo, en una tienda llena de prendedores. Habían muchos de ellos, pero en esta había un poco mas de variedad. Estuvimos observando los mismos y había muchos que eran muy originales, también otros que eran muy, como decir? ¿Tontos? Había de todo tipo. Incluso había algunos que decían “I love hentai”. Eso era interesante. Era muy grande la variedad de prendedores que en su mayoría expresaban alguna opinión. Luego llegó a mi la duda de si todos vestían de negro para facilitar exponer en sus cuerpos, cual carteles, dichos mensajes, o si por el contrario era que usaban los prendedores para expresar lo que ya no podían expresar a falta de una indumentaria que los identifique. Por supuesto que no era algo exclusivo de los sujetos de negro el uso de los prendedores, incluso mis amigos Lucía y Juan llevaban prendedores en sus mochilas, pensaba yo que era nomás por excéntricos que eran. Desde un principio tuve la sensación de que ellos dos entendían cosas que yo no entendía, como si fuesen bilingües… Nos acercábamos a la plaza principal de la ciudad y ya se escuchaba la música que allí tocaban.
B—¿Escuchan eso?
J—Creo que es un tema de Death Note.
B—Yo estaba ilusionado, pensé que pasarían temas como los de Cowboy Bebop, o Dragon Ball, o Robotech inclusive.
L—No, son demasiado viejos, no van a pasar nada de eso, te lo aseguro.
B—¡Que mal! Los clásicos son los mejores.
J—Eso es una contradicción. Lo que ahora es moda en un futuro probablemente será clásico. Igual, no es bueno quedarse demasiado tiempo en un lugar, ni tampoco escuchar siempre lo mismo.
B—Tengo alma de viejo, lo sé…
L—De viejo verde.
B—Tenés un mal concepto de mi, Lucía…
L—Te conozco mas que vos mismo.
B—No es así, hay mucho de mi que no saben— La verdad es que mis amigos parecían ser un misterio ahora para mi. Últimamente tenía la sensación de que ocultaban algo… —De todos modos, no podes comparar ese sonido distorsionado y casi diabólico con The Real Folk Blues!
B—Siempre decís las mismas cosas.
J—Si, a veces sos monotemático Ben! ¿Qué dicen? ¡Vamos a ver que hay en los niveles superiores, seguro que cosas mas bizarras y misteriosas!
L—Vamos!
Fuimos a buscar una forma de subir y encontramos unas escaleras oscuras y vertiginosas, las subimos con dificultad. Estábamos llegando al nivel superior cuando la música cesó. Nos acercamos a unos balcones desde donde podíamos ver la plaza principal, en ella un batallón de uniformados con vestimentas japonesas rojas se ordenaban. Tenían en su mayoría instrumentos de percusión de diferentes tamaños. Entonces empezaron a tocar. Era sin duda el inicio de esa gran celebración mística prometida. Esos tambores me recordaban las tradiciones tribales africanas, pero era en realidad percusiones japonesas, se notaba. Variaron bastante y fueron alternando ritmos y combinaciones de tambores.
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