Estamos a
la deriva en el universo. Quizás por eso
nos aferramos tan fuertemente a los objetos, a las personas y a los
lugares. Estamos en un caótico e
impredecible océano a la deriva, y lo que encontramos que vale la pena no lo
queremos soltar jamás…
El destino
que no puedo controlar, eso es parte del azar del universo que nos hace estar a
la deriva. Todo impredecible,
incalculable, casi intangible…
Es una
inexplicable, impronunciable bendición, el encontrar gente que por alguna razón,
o por falta de alguna razón, me parece a mi maravillosa. Se trata de esa gente que a simple vista
parece ordinaria, común, pero que carece de un molde que la forjó. Cuando los contemplo con detenimiento me doy
cuenta que no les cambiaría nada!
Por eso
resulta inexplicable, pero sí entendible, el que en éste universo en el que
estoy a la deriva, me haya topado con sujetos maravillosos. Y este prodigio es suficiente para sentirme
satisfecho y no querer cambiar nada de mí.
Y cuando no
hay que cambiar nada, y no importa el destino, entonces hay paz…
..
1 comentario:
Amor Fati, maese.
Siempre se quieren cambiar las cosas, pero no contra naturam, no contra el fluir misterioso del universo, sino por eso mismo. No un cambio determinismo, sino un cambio juego, una presteza digna del universo fugaz y mutable. Ni resistirse a cambiar ni resistirse a los cambios, aunque claro, tampoco es cuestion de no resistirse a nada jaja.
Publicar un comentario