Cualquiera creería que al hablar de política se despertaba...
Estaba perdido, divagando su mente en algún pantano, y su rostro apagado. Bastaba un cuestionamiento, una mención o pregunta, y se ponía a disertar. Sí, parecía que se despertaba y llenaba de pasión. Esa pasión era un deseo destructivo alimentado por frustraciones y desilusiones, y el despertar en que argumentaba con insistencia y terquedad, era algo mecánico. No se encendía, se apagaba, y otra cosa se apoderaba como explotando cuando algo se quiebra.
Entonces, estaba más muerto que vivo, y estaba consciente de ese desvanecimiento, y eso era fatal, y no podía hacer nada, y eso era aun más fatal.
En resumen, nunca hablaba realmente.
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