“Recuerden que un blog es como una amorfa masa biomecanoide llena de cilicios y falanges qué alegremente se alimenta de vuestros comentarios!”

COMENTARIOS CON VERIFICACIÓN DE PALABRAS

Los comentarios en publicaciones con más de 7 días tardarán un poco en ser publicados.

2012-03-02

Fragmento Caprichoso 6

Fundiendo el Contraste


Crujió la puerta. La casa era oscura y vieja, llena de recovecos, hecha de madera desde abajo hacia arriba. El eco del crujido resonó por todas partes hasta la biblioteca, en donde Martín leía un libro de Nietzsche que ya había leído muchas veces, solo ayudado por una lámpara de campana verde. Su mirada se proyectó a un pasillo negro de tinieblas, sus ojos penetrantes y sombríos se sumergieron en la falta de luz, hurgando. Pasos, sonidos conocidos por Martín, y el piso de madera también crujía acompañándolos. Martín regresó a su lectura y una silueta delicada de aireado vestido entró. Una mujer fresca, vivas, delicada, de cabellos rubios oscuros y ojos brillantes. La piel clara y tersa femenina contrastaba con la penumbra de la habitación, y su vestido amarillo y naranja también lo hacía, estaba descalza. Martín vestía un pantalón de corderoy marrón y unos mocasines muy gastados, una camisa marrón arrugada y algo abierta. Sus cabellos negros casi se confundían con lo oscuro, y su rostro se completaba con un poco de barba en su mentón. Él sonrió, ella ya estaba sonriendo y traía una bandeja de madera con una tetera, unas tazas y un plato con galletas caseras.

F—¿Siempre inmerso en la oscuridad?

M—Me siento más yo mismo en la oscuridad, soy una criatura de la noche…

F—¡Qué misterioso, Martín! ¡Jajajajaja!

Fabiana tenía una seguridad en si misma que era inusitada, caminaba descalza por la oscuridad de esa lúgubre casa y su presencia enternecía los fantasmas. Martín, que estaba tan acostumbrado a la negrura, no dejaba de maravillarse por ese encanto etéreo que la mujer producía. Hacía ya dos años que Fabiana se había mudado a la casa de Martín, hacía ya veinte años que él vivía solo en ese lugar, sin casi desear salir al exterior, sin casi necesitarlo.

Fabiana se sentó en un sillón del otro lado de la mesita redonda que sostenía la lámpara que le permitía a Martín leer. Apoyó la bandeja en la mesita y sirvió dos tazas de té.

F—Comete una galleta, las hice para vos… — Martín dejó reposar su libro sobre una de sus piernas, las cuales estaban cruzadas, dejando el dedo pulgar de separador. Miró a Fabiana, casi desconectada de la atmosfera en la que él deliberadamente se había metido, tomaba sorbitos de té caliente y luego dejaba la taza de vuelta en la bandeja. Martín tomó una galleta y la mordió.

M—Están muy ricas mi cielo… — Luego bebió un poco de te, y tras mirarla y sonreírle con ternura, se entregó nuevamente a la lectura.

Fabiana se reclinó en el sillón y respiró profundo, pensó en algo, y sus pensamientos eran como corrientes marinas que se movían en círculos, y sus ojos se percataban de detalles en la biblioteca, libros desparejos de color contrastante, pequeños objetos, y cada tanto la mirada iba más allá de las paredes… Ella se sentía inquieta, un chispa que no encendía.

F—¿Te molesta si pongo algo de música?

M—No, Fabi, pone música. Solo, no pongas nada muy fuerte, si?

F—Está bien mi vida… ¿Y te molesta si abro las ventanas de la biblioteca? — “Soy una criatura de la noche”, pensó Martín, se sintió frustrado por que sabía que habría de contestar que no le molestaba… Y en verdad no le molestaba, pero él se había esmerado en crear un clima apropiado para esa lectura, y ese clima ya había desaparecido.

M—Andá y poné música, yo abro las ventanas…

F—¡Bueno! — Fabiana sonrió contenta, como una niña chiquita, y se levantó apresurada a la sala en donde había una radio vieja y un tocadisco. También había un equipo de música moderno… Ella buscó entre los discos viejos unos que le gustaban, eran unos temas para bailar de los años cincuenta.

El hombre en la oscuridad de la biblioteca puso el separador de hojas en el libro y lo dejó junto a las tazas de té. Se paró con las manos en los bolsillos y respiró lentamente, miró las ventanas con resignación. Se acercó y las abrió una por una, eran de esas ventanas fragmentadas, con puertas de madera del lado de afuera, las primeras abrían para adentro y las segundas al contrario. Apenas se abrió una ventana la luz invadió la habitación. Millones de patitas flotaban en el aire, es decir, esas cositas que se pueden ver flotando cuando se observa por la madrugada un rayo de luz. La biblioteca era otra biblioteca. La música empezó a sonar en la sala, movida pero retro, no precisamente del estilo de Martín pero al menos no era esa clase de música moderna y bruta que él detestaba. La lámpara que antes le permitía leer ahora parecía tan impotente, débil e inútil, Martín la apagó más como un acto de misericordia hacia ella… Miró entonces la bandeja con el té y el libro, y se preguntó si podría seguir leyéndolo del mismo modo, así, tan lleno de luz. Las patitas lo rodeaban, parecía como sumergido en algo, y Fabiana entró sigilosa por detrás contemplándolo. Ella caminaba despacio y sin producir sonido, ya sabía cuales eran las maderas del piso que hacían ruido y cuales no, y evitaba las primeras con habilidad. Él estaba dubitativo, no sabía si regresar a su sillón o guardar el libro en la estantería y abandonarlo. Fabiana se puso un poco seria…

F—Luego seguís leyendo, hay tiempo de sobra… ¡Ahora bailemos! — Rápidamente tomó a Martín en sus brazos y lo hizo moverse acompañando la melodía. Él estaba confundido, como siempre lo estaba cuando ella tenía esos impulsos de vitalidad. Pero de todos modos, bailaron o mas bien se movieron alegremente siguiendo esa canción.

Y en la mesa el libro junto al té, que habría de ser leído luego, que habría de ser bebido luego. Y en otras partes de la casa aun habían rincones oscuros, pero ya no habían fantasmas…

..

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnifique, Maese. ¿Como llegastes a la idea de fondo, la de los contrastes?. Yo tambien soy un poco "criatura de la noche", asi que hay algo de identificacion con el personaje, ademas de que yo tambien me llamo Martin y tambien leo a Nietzsche en la oscuridad y lo mas apartado posible del contacto humano.. Aunque yo no hubiese permitido la luz y la musica, creo.
Una lucha por el clima. Cada uno crea su habito, y es como si el habito fuese una extension (extension en el sentido del libro que me regalaron una vez con celeste, "la eternidad del ser") de nuestro propio ser. Concepto que se halla muy claro en el texto.
Saludos.

Jora dijo...

A ver… Empecé con el crujir de la puerta y ya se me planteó en la mente una casa vieja de madera llena de oscuridad, y en ella debería de vivir un ermitaño adicto a los libros, jajaja! Puede ser que la asociación de ideas de “oscuro”, “libro” y “Nietzsche” me hallan llevado a “Martín”… Aunque sacando ciertos detalle ajenos a mi persona, estaba plasmando un aspecto de mí, el antisocial y solitario. A diferencia del fragmento en el que la mujer representaba la represión de uno mismo, acá quise que sea la liberación de la auto represión. Martín estaba acostumbrado a crear su ambiente de oscuridad para extender su lado solitario. Fabiana era algo opuesta a él, ya que tenía una vida que quería estallar y por eso se complementaron desde que se conocieron. Ella lo sacaba de la oscuridad, y él absorbía su energía de buen agrado y sin repelerla.

El tema del contraste es evidente, oscuridad y luz, y dos personas opuestas que se compensan mutuamente. Aunque se relaciona también a una frase que le dije a alguien hace mucho tiempo, y es que “lo que afecta no es la soledad, sino el contraste”. En este caso, el contraste se funde…

Espero no haberme excedido con “los fantasmas” y “las patitas”, jajajaja!

Anónimo dijo...

como flashee diria mi hijo, el hombre me lo imagine como vos, la mujer no pude por el nombre se me hacia fabiana, pero onda la femineidad de ale en el cuerpo de la que hizo mujer bonita

Jora dijo...

¡Jajajaja! La personalidad de Ale quizás un poco. El cuerpo de Julia Roberts no, al menos, Fabiana es baja de estatura, delgada y de ojos grandes. Da la sensación de una ninfa, pero una ninfa en su bosque, delicada pero dueña de la situación.
Martín es un sujeto que, quizás por frustración de las injusticias del mundo, se retrajo en un abitat obscuro cual autista. Autoalimentandose de su cinismo... (bueno, tiene un poco de mi)
Pero en realidad, todo soy yo. Marín, Fabiana, la casa, el libro de Nietzsche, las galletas, y las patitas de los rayos de luz y los pisos crujientes como los de mi parquet!

Muchas gracias por pasar estimada amiga!

Eri dijo...

¡Maravilloso! Es muy onírico ... al principio la descripción del crujido de las puertas y la casa antigua me remite a esas cosas que sólo se ven en los sueños . Dudé , durante el relato , de la existencia de Fabiana. La forma en que la presentás me hizo dar esa sensación . Capaz estoy errada estoy errada en lo último igual .