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2018-06-29

señoras y señores aseñorados

Señoras y señores aseñorados,
charlan y degustan en torno a un mantel.
¿Como será la mesa? ¿De madera, vidrio o metal?
No podemos saber!
Salpicado todo de pétalos,
en las tazas, cucharitas, en el mantel y en los vestidos.
Toman té, o quizás café.
Mazas y macitas, dulces, húmedas y esponjosas.
¡Qué sabrosas! En bandejas y en platitos.
Risitas y lagrimas y miradas soberbias.
Cuentan anécdotas siempre triunfales.
Y en las críticas cómplices se encuentran cordiales.
Cuentan de amores románticos, de buenas costumbres,
de celestes y rosas colores pastel.
De bellos geométricos jardines ingleses.
Experimentadas señoras y señores aseñorados,
y también algunas jóvenes señoritas,
y también algunos jóvenes señoritos aseñorados.
Tradición de pétalos, manteles y aseñoramientos.
Cada quien en torno al mantel con su gracia,
las señoras y los señores aseñorados.
Y se felicitan entre ellos, sensibles y humanos.
Se retiran contentos después del encuentro.
"Que se repita pronto", augurando el suceso.
Se retiran todos a la vez, cada quien a su ruta.
¡Hasta pronto señoras y señores aseñorados!
Nos veremos pronto en torno a un mantel.

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2018-06-13

otro cuento de hadas

Si bien ella podía tocar muchos instrumentos en cualquier momento y forma, tenía una manía cuando quería hacerlo en serio. Se detenía, se descalzaba, se sacaba cualquier prenda o accesorio incómodo, y se disponía a interpretar con el instrumento.
En una ocasión, estábamos de turistas en un país vecino, nos cruzamos con un festival social y político en la puerta de una escuela de música. En ese momento no había mucho movimiento, pero habían muchos instrumentos. Ella se acercó a un piano, el típico cajón vertical de escuela con la madera baqueteada por los años, tocó algunas teclas melodiosamente y llamó la atención de una muchacha, le habrá preguntado si sabía tocar. No conocíamos bien el idioma del país en el que estábamos, eramos turistas. Con un ademán la invitó a sentarse, mi amiga le mostró una infantil sonrisa y miró el piano mientras se alejaba. Pensó qué iba a tocar, pero las personas que la rodeaban habrán pensado que tenía vergüenza, yo ya había visto esa escena y ya conocía sus pensamientos. Se sacó las zapatillas y puso las medias dentro, dio un par de vueltas como un perro antes de decidir acostarse, en realidad estaba sintiendo el suelo en la planta de sus pies, alguna energía numinosa y pagana recorrió la jungla de cemento desde parajes salvajes lejanos y llegó a tocarla rápidamente. Su postura cambió, como poseída por algo ancestral, caminó decidida tirando su saco sobre el piano y se sentó, empezó a tocar...
Estuvo casi media hora tocando, estudiantes y docentes la rodeaban, aplaudían, tarareaban algo, golpeaban con el pie. Pensé y sigo pensando que la música es el lenguaje universal. La música es una amalgama de alegorías disfrazadas de abstractas. No se necesitan ni palabras ni formas para entender la tristeza o la alegría. Creo que todos los que escuchan y todos los que interpretan deben estar sintiendo más o menos lo mismo, eso es algo que hermana los cuerpos. Cada uno con sus recuerdos y advocaciones, pero sensaciones similares. Luego no es necesario más palabras, luego miradas y gestos, la melodía recorre los cuerpos aun con el silencio y una parte de cada uno se traslada a los demás.

Ella siempre viajaba con algunos colores encima, y hablo de los colores que se trasladan a un lienzo o un papel y no de los que se visten, pero también vestía muchos colores. Era un cuadro viviente que buscaba integrarse en una pintura en cualquier lado, o hacer de cualquier lado una pintura. Así que sacó de uno de sus bolsos una caja de madera amarrada con unos piolines, tenía varias de ellas y de varios tamaños. Cajas de madera baqueteadas por el tiempo, y en la que había llevado a ese viaje tenía acuarelas, se detuvo y pensó en donde poner el agua, lo que siempre olvidaba eran los tachitos y latas que abundaban en el atelier-galpón-casa donde habitaba. Así que agarró un vaso y un cenicero y trajo agua del baño. Yo fingía que leía en mi cama, veía sus movimientos que coincidían mágicamente con la melodía que escuchaba por los auriculares. Sabía, por que ya la conocía, que necesitaba sus momentos de aislamiento. Que las multitudes en algún momento la colmaban y los ruidos le terminaban pesando y necesitaba parar el mundo, rodearse de silencio y quietud y dominar el tiempo.
En la habitación había una mesita ratona y ahí puso el papel y las acuarelas y el agua. Cuando tenía esos arranques no esperaba demasiado, ni se tomaba el tiempo de hacer bocetos con el lápiz. Metía los colores directamente. Parecía una nena jugando, y aunque a veces paraba y miraba algo más allá de las paredes, de nuevo retomaba con fuerza a colorear. Y en algún momento terminaba, o más bien daba por terminada la obra. La hacía a un lado y se ponía a hacer algo nuevo. Me había dado cuenta de que se ponía a pintar rápidamente, y terminaba rápidamente, por que ya sabía que pintar, por que "había visto algo" en una de esas pausas. Claro, yo la veía como una niña jugando con su propia música desde la mía, y al otro día u horas más tarde me ponía a ojear sus pinturas y eran preciosas! Tenían precisión y coherencia, no usaba lápiz por que no lo necesitaba. Cada lámina era toda una obra trascendental en la que se amalgamaban arquetipos y alegorías. He llegado a confirar mi sospecha, que todos los que ven sus pinturas sienten cosas parecidas, sus colores tienen un lenguaje universal, provienen de un inconsciente colectivo.

Desde los ojos de algunas personas, desde los bancos y entre los árboles de algún parque, las dos mujeres salían del hotel donde se hospedaban. Caminaban con alegría y en sintonia, eran dos niñas y dos ancianas al mismo tiempo y eran poesía. Participaban de una universalidad a la que se entregaban y contagiaban a su alrededor. Estaban en su tierra aunque su tierra esté tan lejos, hablaban el lenguaje del mundo y las melodías y colores bailaban entre ellas.

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2018-06-12

importa la fe verdadera

#microrelato

—¿No le parece insensato andar en este pueblo y a estas horas sin un crucifijo?— le dijo el joven vampiro al dueño de la tienda de porno.
—¿Por qué habría de necesitarlo? Digame...
—Pues, dicen que espantan a los vampiros.
—Dejeme adivinar, usted es un vampiro. Se le nota por su piel, su mirada hambrienta y la sangre en su mentón.
—¡Que horror!— enseguida el vampiro se limpió, pero se detuvo —Que más da, si voy a volver a mancharme— y se acercó al vendedor.
—Lo que ahuyenta a los vampiros es la fe, no importa en qué— el vendedor sacó lo que parecía un tubo luminoso, la luz crecía y crecía, y el vampiro sentía que se quemaba.
—¡Me duele! ¿Que es eso? ¡Ahh!— Y envuelto en nieblas huyó del comercio.
—No importa en lo que uno tiene fe, lo importante es que sea fe verdadera— el hombre contempló el pene de goma y sonriendo lo regresó al estante.

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lo menos pensado

Entre el tumulto de personas variopintas de caras heterogeneas, una silueta iluminada se me manifestó y todas las demás formas se volvieron parcas y repetidas. Leonora siempre se manifestaba como una musa, ella tan encendida su contexto tan apagado. Sus movimientos se tornaban lentos y paraba el tiempo. Reparé en su sonrisa y en su mirada, sus cabellos casi forjaban un ruido cósmico mientras volaban. Reconozco tanto su rostro como su cuerpo, creo que podría predecir sus colores y desde la lejanía, sospechar su perfume y su voz.
Sostengo que las miradas pueden doblegar el espacio tiempo si son con suficiente profundidad y generar una gravedad particular. Me ha pasado el sentir algo en la nuca o en la espalda, como un dedo muy grande presionando suave o fuerte, y creo que no solo a mi le ha pasado. Muchas de esas veces, al voltear, alguna mirada ha encontrado a la mía para desviarse sorpresivamente o convertirse en una pequeña inclinación de cabeza. Mi mirada tratándose de Leonora debe de tener una gravedad astral, solar, por que hoy como casi siempre no tardó en mirarme directamente a los ojos. Las miradas de cualquiera de los dos son como faroles que con un parpadeo morse dicen "atención-rápido-respuesta". Me sonrió y en su cara pude leer "sé que me estabas mirando" creo que también pude leer "sentía el dedo gravitatorio de tu mirada desde que me metí en este tumulto". Liberó una leve sonrisa confidente, disimulada, no por vergüenza sino para no compartirla con nadie más.
Creo que eso fue lo que pasó... Es lo de siempre, algo pasa con ella, algo pasa con Leonora, y nunca estoy del todo seguro qué es real y qué desdibujo en mi mente.

Algunas veces llegamos a estar cerca uno del otro. Muchas veces ella deliberadamente se encamina hacia mi para saludarme. En ese momento se quiebra la realidad, su voluntad se vuelca sobre la mía, me convierto en uno de esos muñequitos de las maquinas justo a punto de ser aferrados por el gancho del destino y la liberación. El gancho aunque nunca agarra al muñequito, a mi sí, por eso se quiebra el mundo. El lenguaje corporal de Leonora antes de volcarse sobre mi, en ese momento en que detiene su actividad y atención para encararme, es resolución pura. Todo su movimiento sincronizado dice "más vale que te salude yo, vos vas a seguir ahí sin romper el hielo". Y se me viene, sus ojos se enroscan con los míos y besamos nuestras mejillas. Por una milésima de segundo puedo tragarme su aliento, luego sambullirme en su perfume, ser azotado por sus cabellos, e inmediatamente la distancia de vuelta entre nuestras caras. Y la distancia solo para que nuestras miradas se vuelvan a enroscar. Este ritual que siempre inicia ella es seguido por unas palabras rutinarias que no parecen ni de uno ni del otro. Yo quiero decirle otras cosas y estoy seguro que ella quiere decirme otras cosas. Nos decimos lo que nos decimos, no sé por qué, y luego el silencia rompe el clima. Yo miro para otro lado buscando algo que no existe y ella se dirige a hacer algo, cualquier cosa. Ahí comprendo que su lenguaje corporal quería ir hacia algún lugar y yo estaba de paso, inmediatamente después también comprendo que ese otro lugar es una excusa para cruzarme por que sino yo no la cruzaba. Cuando comprendo todas estas cosas ya estamos en lugares diferentes atendiendo cosas diferentes. Ese comprender es a lo mejor un recordar, sino no tendría justificación siempre estar comprendiendo lo mismo... Ella queda con algunos compañeros riendo sobre cosas como siempre. Yo escuchando y siguiendo la conversación de algún desconocido que se me prende mientras en mi pensamiento sigue ahí Leonora.
Puede ser que algunas de estas cosas sean meras suposiciones, hipótesis o fervientes deseos. O todo junto quizá.

En una ocasión nos cruzamos por casualidad, de esas veces en que nada es planeado. Yo había querido cruzarme con ella, anhelando interpretar algún ritual. Pero pasó el momento, pasaron varios momentos. Yo ya estaba muy cansado y no esperaba nada de nada y ella estaba algo pasada de tragos, y de repente estábamos uno frente al otro. Su aliento delataba su estado pero era el aroma de un viejo licor, y mi cansancio me hacía sentir viejo, y hablamos como dos viejos conocidos aunque francamente no recuerdo de qué. Hablamos bastante y lo único que intentaba era estirar esa conversación. Estoy seguro que ella intentaba lo mismo, tan seguro como estoy seguro de la veracidad de aquello que leo en su mirada y en su cuerpo cuando la cruzo... Es decir... No estoy seguro, sospecho y deseo. Alterno entre la certeza y la incertidumbre y el cambio de enfoque me marea. Pero ahí estaba, hablando cosas y amagando beber el licor en su aliento, y ella también parecía que amagaba algo.
En la reunión en la que estábamos había música que no me gustaba, Leonora la había estado bailando y no tuve ningún reparo de hacerle saber que no me interesaba en lo más mínimo la melodía. Pensé luego que lo más conveniente habría sido hacer todo lo contrario y aprovechar para invitarla a bailar... Pero yo no bailo, ni me gusta ni lo hago bien, así que mucho mejor que le dejé bien en claro que no me gustaba esa música. "¿Y qué música te gusta? A ver..." Eso lo recuerdo, me desafió pero realmente me invitó con astucia a jugar con ella. Ella estaba jugando conmigo, esta vez era obvio que estaba jugando. Todas otras veces mis lecturas podrían confundirse con fantasías, esta vez eran realidades. Me estaba despertando de un sueño y percibía que yo sí estaba en el mundo, y delante de mí Leonora coqueteando frontalmente.
Le nombré canciones y bandas, tuvimos algunos acuerdos. Ella podía bailar una cumbia, pero también delirar un jazz. Luego de algunas ocurrencias y de un vacío mental que todavía no puedo llenar, recuerdo que estaba cantando, más bien le estaba cantando. Así, desafinando con total convicción y Leonora enfocándome sus ojos como faroles, con toda atención e intentando enroscarme la mirada. En lugar de ello terminaba enroscándome el aliento de licor. Me sentía todo un astro de la música y mientras me atraía con su atención y se borroneaba todo lo demás, creo que escuché unos tonos desafinadisimos en mi garganta. ¡El horror!
El horror es que ya no estábamos solos. Un par de sujetos, conocidos mutuos, nos flanqueaban. Uno tenía una guitarra y el otro cantaba mucho mejor que yo. Ellos en verdad eran músicos, yo solo era (y seré) un desafinador de bañadera. Toda la atención de Leonora ahora estaba con los músicos y mi vos desafinaba cada vez más, por piedad me callé la boca. Parecería un embrujo, o que se haya olvidado de mi, o a lo mejor que se haya acordado que estaba donde estaba. Y también, por piedad, no me moví de donde estaba mientras ella se alejaba disfrutando de los buenos músicos.
No podría creer que era una de esas fantasías que boceteo en mi cabeza... Esa vez fue todo muy real, visceral e ineludible.

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2018-06-11

incubadora con patas


Como los abortos están penalizados, generalmente suceden en la clandestinidad y se tratan en los hospitales cuando estos salen mal, entonces el aborto suele ya estar hecho y el tratamiento médico es salvar la vida de la mujer que abortó. Puede ser por pastillas, por meterse una aguja o una percha en la vagina (incluso en el ano), por alguna rara combinación de ejercicios y medicamentos. Otra opción es que hayan acudido a abortar a una clínica clandestina, que es una forma bonita de llamar a esos sucuchos improvizados en una casa vieja.

Bien. Yo me pongo a pensar qué pasaría en un espacio medianamente "controlado" por la sociedad según el criterio de la protección de la vida del feto y la penalización del aborto. Un espacio en donde las mujeres realmente no puedan abortar clandestinamente.

¿Qué pasa si una mujer quiere abortar y lo sabemos, pero no tuvo éxito todavía? ¿Qué pasa si sabemos que ella va a volver a intentar abortar? Digo, va a asesinar a su inocente feto. ¿QUE HACEMOS PARA IMPEDIRLO? Y, no nos va a quedar otra más que arrestarla, recluirla en un hospital o en la enfermería de una cárcel... ¡PERO TODAVÍA PUEDE ABORTAR! Hay que sacarle cortopunzantes y objetos contundentes. Pero como puede abortar a los golpes, ya sea usando sus puños contra su vientre o a panzazos contra algún mueble, entonces también hay que contenerla a la cama, para que no dañe al pequeño feto... "Contener" es una forma bonita para decir "atar". Luego, bueno, la mantenemos ahí atada hasta que de a luz, más o menos atada, más o menos drogada, o le hacemos una cesaria y listo.

Obviamente, ese hermoso bebito no podemos dejarlo en cuidado de su madre criminal, que de hecho probablemente quedaría un tiempo en la carcel por intento de asesinato del feto... O se lo damos a un familiar o si no tiene familiares o son todos unos abortistas... ¡Mejor dárselo a un orfanato de la iglesia o a una familia correcta, de bien, una que algún honorable juez estime apropiada!

Claro. también está la opción de que muchas mujeres elijan padecer un embarazo no deseado por miedo a estos procedimientos. Me pregunto si las mujeres con plata podrían seguir abortando en clínicas privadas con total discreción o si también serían encarceladas y atadas en camas pero probablemente en celdas más lindas, pintadas con tonos pastel y con música clásica funcional.

¿A qué me hace acordar toda esta ficción? Reitero que estas cosas no suelen pasar por que los abortos "penalizados" suceden en la clandestinidad y lo que se tratan sus consecuencias, heridas terribles y muertes. ¿A que nos hace acordar eso de atar a una mujer hasta que de a luz y sacarle el niño?

Por cierto. Esta ficción también desestima la voluntad de la mujer embarazada y todos deciden sobre ella, como si fuera una incubadora con patas.

Nada. Quería hacer un ejercicio de pensamiento, ver a donde puede apuntar una forma de pensar si realmente se la aplica... Por que si aplicásemos realmente muchas opiniones que tenemos, viviriamos en una sociedad un poco diferente. Aterradora. 

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