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2018-06-12

lo menos pensado

Entre el tumulto de personas variopintas de caras heterogeneas, una silueta iluminada se me manifestó y todas las demás formas se volvieron parcas y repetidas. Leonora siempre se manifestaba como una musa, ella tan encendida su contexto tan apagado. Sus movimientos se tornaban lentos y paraba el tiempo. Reparé en su sonrisa y en su mirada, sus cabellos casi forjaban un ruido cósmico mientras volaban. Reconozco tanto su rostro como su cuerpo, creo que podría predecir sus colores y desde la lejanía, sospechar su perfume y su voz.
Sostengo que las miradas pueden doblegar el espacio tiempo si son con suficiente profundidad y generar una gravedad particular. Me ha pasado el sentir algo en la nuca o en la espalda, como un dedo muy grande presionando suave o fuerte, y creo que no solo a mi le ha pasado. Muchas de esas veces, al voltear, alguna mirada ha encontrado a la mía para desviarse sorpresivamente o convertirse en una pequeña inclinación de cabeza. Mi mirada tratándose de Leonora debe de tener una gravedad astral, solar, por que hoy como casi siempre no tardó en mirarme directamente a los ojos. Las miradas de cualquiera de los dos son como faroles que con un parpadeo morse dicen "atención-rápido-respuesta". Me sonrió y en su cara pude leer "sé que me estabas mirando" creo que también pude leer "sentía el dedo gravitatorio de tu mirada desde que me metí en este tumulto". Liberó una leve sonrisa confidente, disimulada, no por vergüenza sino para no compartirla con nadie más.
Creo que eso fue lo que pasó... Es lo de siempre, algo pasa con ella, algo pasa con Leonora, y nunca estoy del todo seguro qué es real y qué desdibujo en mi mente.

Algunas veces llegamos a estar cerca uno del otro. Muchas veces ella deliberadamente se encamina hacia mi para saludarme. En ese momento se quiebra la realidad, su voluntad se vuelca sobre la mía, me convierto en uno de esos muñequitos de las maquinas justo a punto de ser aferrados por el gancho del destino y la liberación. El gancho aunque nunca agarra al muñequito, a mi sí, por eso se quiebra el mundo. El lenguaje corporal de Leonora antes de volcarse sobre mi, en ese momento en que detiene su actividad y atención para encararme, es resolución pura. Todo su movimiento sincronizado dice "más vale que te salude yo, vos vas a seguir ahí sin romper el hielo". Y se me viene, sus ojos se enroscan con los míos y besamos nuestras mejillas. Por una milésima de segundo puedo tragarme su aliento, luego sambullirme en su perfume, ser azotado por sus cabellos, e inmediatamente la distancia de vuelta entre nuestras caras. Y la distancia solo para que nuestras miradas se vuelvan a enroscar. Este ritual que siempre inicia ella es seguido por unas palabras rutinarias que no parecen ni de uno ni del otro. Yo quiero decirle otras cosas y estoy seguro que ella quiere decirme otras cosas. Nos decimos lo que nos decimos, no sé por qué, y luego el silencia rompe el clima. Yo miro para otro lado buscando algo que no existe y ella se dirige a hacer algo, cualquier cosa. Ahí comprendo que su lenguaje corporal quería ir hacia algún lugar y yo estaba de paso, inmediatamente después también comprendo que ese otro lugar es una excusa para cruzarme por que sino yo no la cruzaba. Cuando comprendo todas estas cosas ya estamos en lugares diferentes atendiendo cosas diferentes. Ese comprender es a lo mejor un recordar, sino no tendría justificación siempre estar comprendiendo lo mismo... Ella queda con algunos compañeros riendo sobre cosas como siempre. Yo escuchando y siguiendo la conversación de algún desconocido que se me prende mientras en mi pensamiento sigue ahí Leonora.
Puede ser que algunas de estas cosas sean meras suposiciones, hipótesis o fervientes deseos. O todo junto quizá.

En una ocasión nos cruzamos por casualidad, de esas veces en que nada es planeado. Yo había querido cruzarme con ella, anhelando interpretar algún ritual. Pero pasó el momento, pasaron varios momentos. Yo ya estaba muy cansado y no esperaba nada de nada y ella estaba algo pasada de tragos, y de repente estábamos uno frente al otro. Su aliento delataba su estado pero era el aroma de un viejo licor, y mi cansancio me hacía sentir viejo, y hablamos como dos viejos conocidos aunque francamente no recuerdo de qué. Hablamos bastante y lo único que intentaba era estirar esa conversación. Estoy seguro que ella intentaba lo mismo, tan seguro como estoy seguro de la veracidad de aquello que leo en su mirada y en su cuerpo cuando la cruzo... Es decir... No estoy seguro, sospecho y deseo. Alterno entre la certeza y la incertidumbre y el cambio de enfoque me marea. Pero ahí estaba, hablando cosas y amagando beber el licor en su aliento, y ella también parecía que amagaba algo.
En la reunión en la que estábamos había música que no me gustaba, Leonora la había estado bailando y no tuve ningún reparo de hacerle saber que no me interesaba en lo más mínimo la melodía. Pensé luego que lo más conveniente habría sido hacer todo lo contrario y aprovechar para invitarla a bailar... Pero yo no bailo, ni me gusta ni lo hago bien, así que mucho mejor que le dejé bien en claro que no me gustaba esa música. "¿Y qué música te gusta? A ver..." Eso lo recuerdo, me desafió pero realmente me invitó con astucia a jugar con ella. Ella estaba jugando conmigo, esta vez era obvio que estaba jugando. Todas otras veces mis lecturas podrían confundirse con fantasías, esta vez eran realidades. Me estaba despertando de un sueño y percibía que yo sí estaba en el mundo, y delante de mí Leonora coqueteando frontalmente.
Le nombré canciones y bandas, tuvimos algunos acuerdos. Ella podía bailar una cumbia, pero también delirar un jazz. Luego de algunas ocurrencias y de un vacío mental que todavía no puedo llenar, recuerdo que estaba cantando, más bien le estaba cantando. Así, desafinando con total convicción y Leonora enfocándome sus ojos como faroles, con toda atención e intentando enroscarme la mirada. En lugar de ello terminaba enroscándome el aliento de licor. Me sentía todo un astro de la música y mientras me atraía con su atención y se borroneaba todo lo demás, creo que escuché unos tonos desafinadisimos en mi garganta. ¡El horror!
El horror es que ya no estábamos solos. Un par de sujetos, conocidos mutuos, nos flanqueaban. Uno tenía una guitarra y el otro cantaba mucho mejor que yo. Ellos en verdad eran músicos, yo solo era (y seré) un desafinador de bañadera. Toda la atención de Leonora ahora estaba con los músicos y mi vos desafinaba cada vez más, por piedad me callé la boca. Parecería un embrujo, o que se haya olvidado de mi, o a lo mejor que se haya acordado que estaba donde estaba. Y también, por piedad, no me moví de donde estaba mientras ella se alejaba disfrutando de los buenos músicos.
No podría creer que era una de esas fantasías que boceteo en mi cabeza... Esa vez fue todo muy real, visceral e ineludible.

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1 comentario:

Sebastian P. dijo...

Uh che, ¡tiene un corte muy abrupto, yo pense que seguia la cosa! No pude evitar durante todo el texto imaginarme a Leonora como una rubia boticelliana de 17 años, pelo rubio ensortijado y ojos negros. Maldito Edgar Allan Poe jaja.
Creo que Poe utilizo el personaje como una idealizacion de su prima, con la que despues se termino casando.
Bueno, ¿que decir del texto? ¿tendra otra oportunidad el narrador? Lo mas interesante es saber si realmente hubo algo muy real e ineludible o es toda fantasmagoria del narrador, o un poco y un poco.
Una lastima como se le escapa la oportunidad al final, venia todo a pedir de boca, parecia que era coser y cantar (bueno, cantar al final no fue buena idea), y al final esos malditos musico metomentodo arruinaron el ambiente