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2019-11-07

Jaula de Perros

Hoy es segundo sábado del mes, y como todos los segundos sábados del mes es el día de la “Jaula de Perros”. No recuerdo si alguna vez he venido ansioso a este espectáculo, siempre vengo por tradición, porque todos vienen, porque no hay nada que hacer los sábados. Escucho los megáfonos como siempre. —Hoy tenemos cuatro delincuentes, el primero de poca monta, un ladrón de carteras agarrado tratando de escapar del pueblo. Dos delincuentes violentos, uno que robó una moto y otro que asaltó a una pobre señora con un arma de fuego. Y para el final, un instructor de natación de aquí del pueblo, un pederasta. ¡Y no les digo más, que empiecen las ejecuciones!— Las masas aplauden y gritan mientras tambalean los tablones, yo me paseo tras las tribunas y ya puedo sentir los atrayentes aromas de chorizo y bondiola en la parrilla. Junto a mi pasa un conocido del barrio con una cerveza y me saluda sonriente inclinando la cabeza, le contesto la cortesía. Podría tomarme una cerveza y comer algo de la parrilla.
Los megáfonos ya habían anunciado al primer condenado, pispeo entre las piernas de algunos espectadores. Veo la jaula oxidada y la silueta del ladrón de carteras desesperado. Se siente en el aire la desesperación del condenado que sabe que va a morir y de los reunidos para ver el espectáculo.

—Hola, sí…
—Hola señor. Toda la carne está buena, como siempre. ¿Qué gusta?
—¿El chori ya está cocido?
—Bien cocido, o jugoso, como usted prefiera.
—Cocido por favor.
—¿Le pone algo al chori?
—Eh… Sí, criolla.
—Marche un chori con criolla para el señor!
Era sorprendente como esta carnicería nos habría más el apetito. Ya hace unos minutos que habían traído a los primeros perros, ladraban eufóricos, y el ladronzuelo gritaba y suplicaba por su vida. Ahora ya los tiene encima, ahora grita en serio, grita con toda su fuerza tratando de aferrarse a algo. No tiene más esperanza que ser comido rápido. Pero nunca es posible. Todos los condenados tienen un collar metálico parecido a esos que les ponen a los que se lesionan el cuello. La finalidad es que los perros no muerdan el cuello para que tarden más tiempo en matar al infeliz. Estos perros están entrenados, ya saben que su presa no se va a escapar a ningún lado así que no se preocupan por matar a la presa. En todo caso se apuran a comer cuanto pueden antes que lo haga otro de los perros. Y no, generalmente los condenados no son atados ni nada, no es necesario, no pueden “pelear” contra las fieras.

—¡Qué espectáculo, señoras y señores! ¿Pueden creerlo, como gritaba? A ver si algún otro infeliz se atreve a andar robando carteras en nuestro pueblo. El que las hace las paga, y si uno no anda en nada raro… ¡Puede disfrutar el espectáculo! Y recuerden que parte de lo recaudado será donado al comedor comunitario de los niños huérfanos Santa María de la Misericordia— Todos aplauden nuevamente. No les importa mucho el tema de la donación, aunque las señoras en las verdulerías siempre comentan lo bien que hace ese dinero a los pobres niños, algunos se quedaron sin padres porque fueron arrojados a la jaula de los perros y ellos no tienen la culpa de los errores de sus progenitores. “¡Alguien tenía que hacer algo por ellos, santo Dios!” Y los señores en la noche del sábado comentarán como gritaba tal, como pataleaba cual, cuanto duró uno y lo necesario de ser tan duro con la ley. Porque “desde que implementamos la Jaula de Perros en el pueblo los delitos y crímenes bajaron considerablemente”.

Me acerco a la baranda que nos separa prudentemente de la jaula. Oficialmente es para seguridad. Ahí está el segundo infeliz, el que se quiso robar una moto, como una humorada le ataron los tobillos a una pesada rueda lo cual causa muchas rizas. El sujeto está horrorizado, su rostro es el de un cachorro mojado y asustado bajo una tormenta, mira a su alrededor sin saber qué mierda es lo que busca.
—¿Podrá escapar de los perros sin el resto del vehículo?— Todos ríen, el chiste es malísimo como todos los chistes que hace el relator. Algunas veces me dan ganas de darle una patada y tirarlo a la jaula por ser tan boludo, pero eso estaría mal, sería un crimen… Igualmente todos se ríen alocadamente, se ríen del infeliz atado a la rueda, obviamente. Entonces se escuchan los ladridos, se abre la compuerta y se le arrojan encima unos cuantos perros delgados, parecen cruzas con galgos. El ladrón grita, ya es devorado, los espectadores aplauden y vitorean. Veo su rostro agonizando recorriendo nuevamente, quizás desea que algún alma bondadosa le pegue un tiro de gracia. ¡Claro que no! ¿Privarnos del espectáculo? Un poco me saca las ganas de comer. No digo que no esté acostumbrado a estas cosas, desde que era joven que vengo, veo y escucho las ejecuciones, como algo de la parrilla, me voy a casa, charlo con los vecinos, veo un partido, a veces voy a misa.

Una vez que vuelven a sus perreras a las bestias y retiran el cadáver un par de empleados acondicionan un poco el lugar. Juntan los huesos y tripas, no vaya a ser que los próximos perros se entretengan comiendo otra cosa que no sea el condenado de turno. Retiran algún utensilio de tortura según las elocuentes ocurrencias de los organizadores. Como eso de atar al ladrón de moto a una rueda. ¿Cómo no se le ocurrieron colgarle un costal con adoquines al ladrón de carteras?... Creo que eso lo hicieron varias veces y ya perdió la gracia. Pero ahora reparo en algo que antes no había hecho, en los empleados que acondicionan la jaula. ¡Sería una desgracia que algún pelotudo abriese por error alguna perrera y se suelten unos hambrientos animales sobre los inocentes empleados! Estar limpiando la jaula es lo más cerca que un ciudadano honrado puede estar de la carnicería. Se me viene a la mente esa superstición de no pasar bajo las escaleras que a su vez proviene de las escaleras del patíbulo, de los ahorcamientos y decapitaciones, y estar bajo la escalera era lo más cerca de estar a la condena a la muerte.

—¿Pueden creer que alguien sea tan animal como para apuntar con un arma de fuego a una honrada ciudadana? ¡A una señora mayor!— La señora no es tan mayor, todavía no llega a los cincuenta, la he cruzado un par de veces en la despensa y hasta la he escuchado hablar de lo terrible que fue el asalto y lo justo y bien merecido que tenía ese malviviente que iba a ser seguramente enviado a La Jaula. Lo gracioso es que la señora debe de haberse molestado porque el locutor la llamase “señora mayor”, es una de esas señoras “coquetas” como dicen… Recuerdo que al principio solo se enviaban a La Jaula a asesinos y diversos criminales, nunca a un ladrón de carteras. Pero ya hay menos crímenes mayores, así que hay que ser menos indulgente para mantener el espectáculo.
Me había sentado en un rinconcito de tablón que encontré libre para comerme mi chori. Ahí en la jaula ya está el tercer condenado del día, el asaltante de señoras, el cruel malviviente, con los tobillos atados y la mirada desesperada. Grita por piedad, que ya aprendió la lección, que tiene familia, que no quiere morir, llora. Se abre la jaula y entran unos rotwailers que se tiran encima con saña. Mientras el infeliz grita desesperado los perros revolean sus hocicos con furia arrancando pedazos de carne. En algunas ocasiones saltan salpicaduras de sangre a la tribuna que ovaciona.
—Yo tengo uno de esos perros, digo, de esa raza— Me comenta un vecino sentado junto a mi —Al principio mi esposa estaba procupada ¿Viste cómo son las mujeres? Pero ahora todos nos sentimos más seguros, el perro nos cuida la casa de lo más bien.
—¿Nunca pensaste que para los perros no hay “criminales” e “inocentes”? Solo almuerzos con poder sobre ellos, y almuerzos caídos en desgracia.
—¡Jajaja! ¡Qué ocurrente que sos!
—Más que el locutor seguro…
—Sí, bueno, eso no sería difícil.
No, él no entiende o no quiere entender lo que digo. Para los perros todos somos potenciales comidas solo que unos están adentro y otros afuera de la jaula. Y los que están adentro perdieron la protección de los que están afuera. —Uy, le soltaron la mano a ese boludo, a comer muchachos! — Así me imagino a los animales antes de entrar a la jaula. Y la verdad es que cada vez al paso que vamos, cualquiera de nosotros podría estar ahí dentro. Se van acabando los criminales, van con los asaltantes, se acaban los asaltantes pues van con los ladronzuelos, cuando no hayan tantos ladronzuelos van a ir por los que estacionan en una esquina o los que dan mal un vuelto…

—¡Una barbaridad señoras y señores! ¡Pero mayor barbaridad es meterse con una señora! Y parece que los perros han comido bien… Pero mientras que los empleados limpian y acondicionan la jaula, prepárense. El próximo condenado no es cualquier condenado, es un monstruo, de esos monstruos que se esconden entre nosotros esperando atacar a los más vulnerables. ¡A nuestros niños! Se me para el corazón de pensarlo. — Las tribunas silban indignadas —Sí, exacto. En minutos el violador serial de niños tendrá su merecido. ¡Y de una manera especial como se merece! — Gritos y aplausos —Y mientras esperan aprovechen para ir al baño, comprarse algo en la parrilla, el espectáculo empezará en breve.

No malentiendan, un pederasta es un pederasta… Pero mientras que ahí dentro de la jaula los rostros se vuelven humanos por la desesperación, acá afuera los nuestros se vuelven monstruosos por el hambre de sangre. ¿Somos tan diferentes? Somos cientos de cómplices de una carnicería humana y lo único que nos exonera es un formalismo legal.
—¡Qué monstruo ese sujeto! ¿Verdad? ¿No te desespera? — Me dice mi vecino, y luego apura unos tragos de cerveza. —Y pensar que mi sobrinito iba a la misma pileta donde enseña ese maldito… ¡Dios! Bien merecido se tiene el castigo.
—Por suerte tenemos La Jaula que separa a los infames de la gente honrada.
—¿Cómo? … ¡Sí, sí, eso mismo, claro que sí! — Me palmea cómplice el hombro y sigue bebiendo.

En la jaula va entrando un raro armatoste. Pusieron al abusador en un armazón metálico que le mantiene abiertas las piernas, un verdugo levanta una tela que le cubre entre las piernas. Para el deleite general a éste lo amordazaron sin ropas. Aparece otro verdugo con un pequeño perrito chihuahua llevado por un palo. El perrito está furibundo, juraría que rabioso, parece una piraña con patas. Ya todos sabemos lo que va a pasar.
—¡Ojo por ojo, diente por diente! ¡Ya podemos imaginarnos lo que le espera a este violador! — El elocuente locutor como siempre…
El abusador implora piedad y grita que es un mal entendido. Pero no, tuvo tiempo de sobra para pensar en lo que iba a hacer, ahora ya es tarde. Ahora es carne de perro, o de perrito más bien. Los ladridos estridentes del chihuahua ya se ahogan en la sangre y en la carne del condenado, él por su parte grita desesperado desgarrando sus cuerdas vocales.
—¡Como está está ese perrito lleno de odio! ¡Y no es para menos, con ese monstruo abusador en la jaula!
Definitivamente el chihuahua está rabioso, un animalito así de chiquito ya se habría llenado, ahora está despedazando con furia descontrolada nomás. La multitud se entremezcla entre rizas, gritos eufóricos, insultos y silencios expectantes. ¿Realmente nos diferenciamos tanto? ¿Cuál es el punto de inflexión, un abuso infantil, un asalto, robarse un bolso? Estamos tan seguros de ser derechos y humanos de este lado de la jaula, comiendo y bebiendo y disfrutando del espectáculo. Necesitamos odiar con fuerza a los condenados, despreciarlos, para sentirnos limpios y merecedores del espectáculo y la libertad. Necesitamos estar convencidos de que la malicia es la naturaleza de algunos, y la corrección la nuestra.

—¡Tremendo, vecino! ¿Verdad?
—Una carnicería despiadada para el placer de animales…
—Sí, animales, animales comiendo a otros animales, tú lo has dicho. ¿Sabés? Cada vez que termina el espectáculo me siento más tranquilo, como que hay una justicia que pone las cosas en orden…

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2 comentarios:

Sebastian P. dijo...

Buen relato. Muy buen relato. Le faltan intestinos y visceras, pero buen relato. Le cambiaria muchas cosas, pero eso solo porque tengo mi particular manera de narrar y la idea es tan buena que me dieron ganas de reescribirlo con algunos cambios. Supongo que eso, el fanfiction, es prueba de que el cuento es interesante jaja.
Por ejemplo, yo no relataria de antemano la cantidad ni calidad de los criminales. Empezaria diciendo "es sabado a la tarde y, como siempre, me encuentro en la tribuna del perrodromo. Hoy hay tarde de Jaula". Despues iria narrando un poco como vos las impresiones del ambiente, sin revelar mucho de lo que se trata, como para que el lector piense que se trata de una carrera de perros o algo asi. Ni siquiera hablaria de criminales. Iria narrando y dejaria que la narracion misma revelara las cosas. Diria algo como "entonces un empleado salio por una de las puertas laterales y deposito la jaulay su contenido en el suelo". El lector pensaria, naturalmente, que la jaula contiene al perro. Seria una buena sorpresa relatarle luego lo que pasa.
Vos en el primer parrafo del cuento construis casi un folleto, un programa que de alguna manera ya contiene todo lo que va a succeder. Con eso pones las guias y podes dedicarte a profundizar en las reflexiones e impresiones del narrador, como quien comenta un recital o un partido de futbol. No es una mala manera, pero si te salteas esa cosa Euripideana el relato se vuelve mas complejo y mas interesante.
Lo unico malo de eso es que deberias eliminar la voz del comentador de los megafonos, que fue un recurso bastante satirico que me gusto en el relato.
Hay algunos detalles y descripciones que estan bastante bien, como la del collar que le ponene a los reos. Los comentarios del relator son geniales tambien. Lo unico que falto fue un sistema de apuestas para terminar de mostrar la crueldad y la hipocresia del ser humano, que es por ahi el tema de fondo del relato. Se lo puede interpretar de varias formas, hay una cosa de Ellos/nosotros que se vuelve a mostrar con la oposicion perro/humano y condenado/libre o bueno/malo o dentro de la sociedad / fuera de la sociedad.
Puedo seguir diciendo cosas, como que me recordo a los cinco minutos de odio de Orwell o a la purga o a esas peliculas criticas al nazismo o al Stalinismo que muestran los peligros del totalitarismo.
Tambien es interesante la posicion del protagonista dentro de todo esto. Porque, por un lado, es lo suficientemente agudo como para hacer las reflexiones correctas y llegar a percibir, mas o menos, los peligros de la "jaula de perros", los peligros sociales y psicologicos pero, por otro lado, no puede o no quiere retirarse de su posicion de espectador, uno no sabe si por miedo, por alienacion o por puro gusto de estar del otro lado de la valla, es decir, por una relacion de poder. Me recuerda a lo que dice Lipovetsky sobre la logica del espectaculo: incluso la conciencia de la logica del espectaculo es en si misma una consciencia espectacular.
PD: Se escribe "Chihuahua" y no Chiwawa. El Chihuahua es originario del estado de Chihuahua, al norte de Mexico. Siempre y cuando te refieras a ese perro y no a otro que venga de otro lado o quizas este modificado geneticamente D:

Dalma dijo...

Muy bueno✊🏽